Esta semana se rendía el tradicional reconocimiento a lo eterno; a lo real y lo onírico; a las caricias de lo imaginario y lo entrañable de lo vivido. Escritos provectos y recientes se daban cita en Madrid con los consumidores de la sapiencia y el entretenimiento, con devoradores de dulces encuadernados que buscan enardecer su adicción a los exquisitos bordados léxicos.
Bibliotecas, librerías, centros culturales, cafés y calles tintineantes albergaron el miércoles recitales, debates, conferencias y firmas de libros. Eventos que, un año más, han hecho de la ciudad del Manzanares, en su Noche de los Libros, un espacio iluminado por la sensibilidad y el ensueño. Me imagino lo feliz que se hubiera sentido Sofía, la joven criolla de El Siglo de las Luces -de Alejo Carpentier-, en un escenario así. Amante de las novelas de misterio, conocedora de importantes figuras como Juana la Loca e Inés de Castro, y lectora habitual de artículos sobre cristalerías, rocallas y mármoles de Viena, es muy probable que hubiese pasado una entretenida jornada buscando curiosos ejemplares de novelas de calidad. Como amazona de la buena lectura, seguramente se hubiera dejado caer por Alcalá de Henares para ver en persona al poeta argentino Juan Gelman, que recibía en la ciudad complutense el máximo galardón de las letras en castellano.
Siendo una semana, sin duda alguna, de encuentros interesantes, no pude evitar asistir el martes a una cita con la escritora y periodista Montserrat Cano, autora de excelentes novelas como La Mujer Desarmada o Equilibrio Inestable. Cano participaba en la Semana del Libro de Rivas Vaciamadrid con una conferencia -en el Centro Cultural Federico García Lorca- que versaba sobre Lectura y Libertad. La literatura "nos hace un poquitín más sabios y bastante más libres", comentaba la escritora en la apertura de su exposición.
Montserrat Cano reflexionó con los asistentes sobre la importancia de que el lector efectúe un trabajo de exigencia. Es importante, según Cano, que adoptemos criterios que nos permitan demandar a los autores un compromiso con la época y el entorno de lo que se narra, entendiendo la literatura, no sólo como un acto de libertad, sino también de rebeldía.
Pero el personaje de Carpentier -Sofía- no es, por desgracia, el prototipo de los adolescentes de hoy día, condicionados por la comodidad de lo audiovisual. Hoy muchos jóvenes, incluso, se enorgullecen de no leer. En este sentido, Montserrat Cano también brindó una posible clave para fomentar la lectura de libros entre pequeños y jóvenes: no indicar. "La indicación no estimula la lectura... La falta de orden es el mejor orden para poder leer", apuntó la escritora.
Mas, aunque nos hallemos en un mundo dominado por las nuevas tecnologías, aún confío ciegamente en la adicción de los lectores a la imagen propia de lo narrado. Es más, considero que es impagable la ilusión de poder introducirnos como personajes en las novelas que tenemos entre manos. Cuánto me hubiese gustado ser el Vitaminas de El Mundo (Juan José Millás) para ver desde su secreto sótano los pies que tanto impactaban a una pequeña Marisa Paredes en Tacones Lejanos. Cómo me hubiese gustado salvar de tanta injusticia a Marie, la ramera errante creada por Iny Lorentz, autora también de La Dama del Castillo. Ficción dentro de ficción. Ni qué decir tiene lo entretenido que es imaginarse una novela en la que la follettiana Ellen, la proscrita pareja de Tom Builder en Los Pilares de la Tierra, permaneciese encerrada únicamente con clérigos en uno de los reality shows que hoy tanto triunfan. Qué razon llevaba William S. Maugham cuando decía que " Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida". Un alcanzable y aromático refugio, diría yo. Javier de Matrice.