sábado, 31 de mayo de 2008

ABUELO EUROFANÁTICO

Con altas fiebres y torturada por la expectación. Así se sentía la desdichada. Pero era feliz. Era el día que más trabajaba. Sábado sin respiro. No obstante, sonreía con absoluta profesionalidad. Sin ambiciones. Viuda de esfuerzos frustrantes y daños a su orgullo.
Apenas unas horas después de su frecuente retiro nocturno recibiría su remuneración. La contraprestación a su incendio calórico. Una nómina emotiva en términos de audiencia.
Y así ocurrió a principios de semana. Ella, sus hermanas y sus primas de plasma, currantas todas, recibían el notición: ¡Su salario en conjunto sobrepasaba los nueve millones de espectadores!
Por poco más de tres horas trabajadas, la reverenciada nueva era para ellas un incentivo abismático. Era combustible áureo para su garantía técnica y mención de honor para su carta de recomendación.
Lo que para algunos comensales de la competencia se traducía en fracaso de “frikies”, para su cliente favorito significaba algo distinto. La cifra representaba un galardón ajeno a lo técnico y a lo competitivo. Revelaba el triunfo social de una indignación vestida de humor. Así lo hizo saber don José en la hoja de reclamación que rellenó en el restaurante donde trabajaba María. Era el único apunte positivo de un impreso enaceitado y desbordado por las quejas.
Pepe, que es así como llama la cristalina María a don José, su asiduo glotón del audiovisual, representa para el personal de servicio el amor a la gastronomía musical y a la justicia artística. Por eso el sábado 24 era su día más esperado. Una fecha primaveral vivida por el anciano como una exánime jornada de playa brava en la que vería desfilar, a través de María, un buffet de 25 platos condimentados y alineados por el amor a lo propio.
Pero las propuestas digestivas pronto le decepcionaron. Vio que no podía comer pavo irlandés. Tampoco podía degustar auditivamente el tema compuesto por Jordi Cubino para la catalana Gisela.
Los platos con los que le hubiera gustado emocionarse se vieron sustituidos por la extravagancia de Laka y su lenta tendedora de ropa bosnia, por la actuación del representante israelí -Boaz-, que carbonizó con sus bíceps un buen tema, The fire in your eyes, y por Delí, una insípida canción turca que allanó el escenario para el lucimiento de una de las excepcionales voces de nuestro país vecino, la de la triunfita Vánia Fernandes. Listón alto para Portugal gracias a la cantante de Madeira. De las mejores pese a quedar en el puesto número 13 de la clasificación final.
Pepe, bajo la convicción de que las repeticiones no suelen caer en gracia, dio un voto de confianza a la ya ganadora de Eurovisión en el 99: Charlotte Perrelli. Le gustó la voz de la intérprete de Hero y el buen ritmo del tema. Pero, debido a su ya debilitada agudeza visual, dudó de si realmente era la representante de Suecia la que cantaba, ya que su parecido con Donetella Versace le hizo creer por momentos que la diseñadora se había convertido en diva de la canción. Nórdica en este caso.
Por momentos también creyó que el representante de Finlandia era, por su indumentaria, el casi ya olvidado cantante español Pedro Marín. Pero la pegadiza All night long le hizo bailar en su silla y olvidarse del parecido razonable entre los artistas.
Pero, pasados escasos minutos, María le brindó a Pepe unas imágenes que se alejaban de la rasura metrosexual. Sébastien Tellier le hizo recordar al comensal riojano que él no era el único barbudo. Es más, en un momento dado la actuación de Francia le hizo recordar una escena de El gran dictador. Aquélla en la que, al igual que Tellier, Chaplin portaba en sus manos una bola del mundo.
Sin embargo, no fue nuestro planeta, el continente europeo en concreto, el que se sorprendió por el triunfo de la canción Believe, de Dima Bilan.
Rusia ganaba este año el festival de Eurovisión. Pero no nos extrañaba. La prensa ya describía el olor de su guiso. Ya nos informaba de la posible predilección de muchos eurofans por el aroma poco inconfundible del tema ruso. Patinaje de Yevgeni Plushenko incluido.
Pecho al descubierto, deportista sobresaliente y stradivarius balanceándose. Componentes fundamentales del galardón a la amistad. Según Pepe, clave injusta del éxito. ¿Habría que llevar el año que viene a Jesús Carballo y a un guitarrista flamenco para recibir los arrolladores doce puntos de cada país votante?
Mientras recogían la mesa de la cena, el anciano decía que no. Que los grandes artistas están mejor en sus casas. “Desfocalización” de la atención con fusión de disciplinas. “Una manera de decorar un tema simple y poco pegadizo”, decía Pepe.
Al riojano también le enfadaba la manía de muchos españoles por recurrir a la socorrida sinécdoque musical. Le desagradaba que hubiesen tomado la parte por el todo cuando la cantante de ¿Quíén maneja mi barca? nos representó en 1983. La criticaron por ir descalza. Y ahora, en cambio, la gente no se fijaba en los pies, también sin abarcas, del que actuara en vigésimo cuarto puesto. Ganador para rematar el postre.
Pero Pepe se iba del restaurante Melómanos con una sonrisa en la boca. Mejor posición que D´Nash, Las Ketchup o Son de Sol.
Recordaría para siempre al avispado Chikilicuatre. A la torpe Gráfica. A la azulona Disco. Y a Luciana, la guitarra colorida tocada -su réplica- por el mismísimo Papa. Gracias, cómo no, a Jordi Évole, El Follonero.
Don José no pudo ver a Rodolfo rompiendo como Jimmy Hendrix su inseparable instrumento de cuerda. Pero confiesa que bailará “el chiki chiki” en toda verbena de pueblo. Y que pedirá a Carlos Jean una versión cantada por él. Verano agitado para su edad.
Rezará por más colaboraciones de la coreógrafa de Shakira, Mayte Marcos, y por unas votaciones menos previsibles. Asombrado quedó, en este sentido, cuando Uribarri acertó que Israel y Grecia entrarían en el top ten.
Le desconcertó, en cambio, el hecho de que el locutor fallase al decir que Rumanía también estaría entre los diez primeros. No tanto por el error en su vaticinio, sino por la injusta posición de los dos cantantes más votados por nuestro país. Únicas y potentes eran la balada y las voces de Nico & Vland.
Pero el pensionista Pepe luchará, por encima de todo, para que María, la “caja tonta” del restaurante más castizo de sus sueños, aquél en el que le hubiese gustado actuar de joven, le regale el año que viene una actuación todavía más reivindicativa: la de -por ejemplo- las hormigas “Trancas y Barrancas”, acompañantes de Pablo Motos en su programa de Cuatro.
Llenemos Eurovisión de peluches. A lo Dustin. ¿No dicen que es uno de los mejores obsequios a la amistad o al amor? Javier de Matrice.

domingo, 25 de mayo de 2008

EL FRAGOR DEL PROFESOR

“Privatización igual a educastración” o “No hay esperanza en la educación”. Pancartas con tan elaborado sentido recorrieron agitadas el centro de la capital la jornada del 7 de mayo. “¡Se siente, se siente, la pública no se vende!”. Así vociferaban el pasado jueves profesores, padres y alumnos de la educación pública no universitaria de la Comunidad de Madrid en su segunda jornada de huelga del mes. Carteles y gritos, ámbos, en contra de la privatización de la enseñanza y por la dignificación del profesorado.
Por un lado, dos convocatorias de protesta en quince días. Por otro, gran parte del alumnado alejado de pupitres y manuales. Salvo los que se agarraban, sumisos o con sed de conocimiento, a los servicios mínimos.
Paradojas de la vida. Dejo de estudiar para poder estudiar mejor. Y, mientras tanto, corto mayo en las aulas: 17 días lectivos.
Actos irremediables sin posibilidad de remiendo. Pero detrás, dos buenas causas: el reconocimiento profesional de los profesores de centros públicos, con su correspondiente demanda de justas mejoras salariales, y la defensa de una enseñanza pública de calidad.
Pero entre tanta protesta y voz alzada, la reflexión de un acelerado cambio en nuestra educación ocupa amargamente mi mente. La añoranza encala mi pensamiento. La razón, las buenas costumbres estudiantiles de los años ochenta y noventa del pasado siglo.
Sorprende ver cómo han cambiado las maneras e ilusiones de los jóvenes estudiantes, muchos desconcertados y con miras hacia un futuro cómodo basado en el la teoría del mínimo esfuerzo. También asombra contemplar la progresiva pérdida de autoridad de la figura del profesor.
Leía ayer en La Razón una entrevista a José Ángel Mañas, autor de Historias del Kronen ,y me identificaba con él cuando decía que es bastante "noventero”. El escritor, que ahora regresa al panorama literario con La pella, empleaba esta expresión al referirse a la geografía social y urbana de los años noventa y dos mil. Pero me tomo la licencia de emplear este vocablo cargado de simpatía para mencionar el poco respeto que muchos “estudiantes” tienen a sus maestros o profesores. En este sentido soy totalmente poco “dosmilero”.
Aún recuerdo con nostalgia cómo se estudiaba antes. Muerto Franco, por supuesto. Rememoro comentarios de texto prácticamente a diario, lecturas obligatorias y recomendadas –cuestionables algunas, pero acercadoras sin duda al conocimiento-, trabajo arduo en comprensión escrita, exhaustiva enseñanza de lo clásico y lo vanguardista, y las interminables tareas para casa, aquellos deberes rutinarios que, en la EGB, sólo se veían interrumpidos cuando aparecía en escena el sándwich relleno con la famosa crema de cacao, avellanas, leche y azúcar. O los bocadillos de mortadela. Ahora quizás los pilares de la merienda de estudiantes de primaria sean las barritas de chocolate y los bollos industriales, presentes en muchas casas. Calorías comprimidas a precio de buen bocado.
En cuanto a la relación profesor-alumno, recuerdo el respeto mutuo que ambos se tenían. Evidentemente excluyo de mi afirmación las habituales fechorías realizadas por los gamberros de turno, que curiosamente solía haber dos por aula: el graciosillo y el que seguía su inoportuna escena humorística con risas enlatadas. Sus malos modales en las clases iban ligados a jocosidades con escasa originalidad, a –relativamente-esporádicas contestaciones al profesor o al ralentí que causaban en la exposición de lecciones, temas o correcciones.
Vuelven a mi memoria unos formadores que imponían con sobrada suficiencia al alumnado, hasta el punto de que si veías de lejos a uno de tus profesores por la calle, te cambiabas de acera para evitar entablar con él la más mínima conversación.
Hoy, en cambio, la imprudencia en las aulas ciega y ensordece cada vez más, llegando a límites inadmisibles e incluso ilegales. Cuadros de luces quemados o ruedas pinchadas -de coches de docentes- son noticias que difícilmente encajan o asimilan nuestros oídos.
Impactantes los extremos de una irracionalidad in facto. Más temible aún la posible maldad en potencia. No es de extrañar la desesperanza y desesperación del profesorado.
Ayer, por más añadir, luchábamos afanosamente a la hora realizar cálculos matemáticos. El fin: alejarnos de la más mínima imprecisión. Bien mediante lapicero y borrador, con los tradicionales “me llevo tantos” que construían catedrales numéricas, o bien mediante calculadoras, en ocasiones desaconsejadas por el maestro. En este sentido, en el aulario no hay cambios significativos. Afortunadamente el eje de las matemáticas sigue siendo la exactitud, al margen de las técnicas que empleemos. Acaso tenga una presencia más frecuente el empleo de la calculadora, dependiendo del centro educativo y del personal docente.
Pero en el ámbito informativo-institucional parece que el resultado de cálculos idénticos difiere en ocasiones entre sí. Me refiero en concreto a las cifras dadas por Educación y sindicatos convocantes en el caso de las huelgas de profesores llevadas a cabo este mes en la Comunidad de Madrid. El porcentaje de docentes que secundaron la protesta no era el mismo según unos u otros. Al menos así nos informaban.
No obstante, lo importante es que los datos ofrecidos navegan en un contexto de reivindicación de mejora educativa y social. De defensa, en concreto, de la enseñanza pública; entendiendo este último término en su sentido de financiación. No en su concepción aristotélica de formación común para todos, obvio es.
Si a esta realidad de exigencia le añadimos el hecho de que las universidades privadas ganan matriculados progresivamente, la polémica está servida.
Sólo la demanda de una dignidad que fluya hasta por el más vericueto de los callejones sociales será la traductora de la realidad educativa de nuestro futuro. Mientras tanto, muchos seguiremos interpretando los artículos 27.1 y 27.5 de nuestra Constitución con unos anteojos que portan la palabra calidad como marca distintiva. Javier de Matrice.

domingo, 18 de mayo de 2008

PASTEL DIGITAL

Con los cinco sentidos. Así hemos celebrado esta semana el Día Mundial de las Telecomunicaciones y Sociedad de la Información. Si hasta ahora la red de redes podía absorber nuestro tiempo libre, ahora nosotros podemos también manducarla. Estamos en igualdad de condiciones. La causante, la @rroba de Internet.
Ya hace años muchos empresarios idearon acompañar el placer de navegar con la ingestión de un buen café. Nacieron así los cybercafés . Pero todavía no llegábamos a saber cómo sabe el medio. Podíamos componer textos con el teclado del ordenador, vivir la realidad con imágenes fabricadas y ponerle música a nuestros pensamientos o vacíos melódicos. Nos era posible marear al ratón y pinchar sin alfileres. Pero nos resultaba poco exquisito comernos pantallas o masticar cables. Eso se lo reservábamos al didáctico Muzzy. No obstante, esta dificultad ya tiene solución gracias al surgimiento de la arrobita consumible, que aspira a ser como el roscón de reyes, el redondeado dulce que todos los años pone la guinda a nuestros excesos gastronómicos navideños. La arroba pretende ser, pues, el postre especial del 17 de mayo.
Peculiar idea. El pastel es un alimento muy internacional. Pero me atrae más la idea de dibujar una arroba sobre un buen cocido madrileño, unas sabrosas gachas manchegas o un riquísimo gazpacho andaluz. Y aún más, imprimirla en una vajilla especial. Porque modificar la tradición morfológica de la comida lo veo innecesario. Sobre todo en los casos en que añadimos un concepto artificial a un producto natural. ¿Se imaginan un pastel con el dibujo de una lavadora encima? Desconozco su existencia, pero a mí no me sabría igual.
Pero tras esta novedad culinaria se encuentra lo verdaderamente importante del acto conmemorativo: la celebración del avance tecnológico, social y económico. Ya recogía el sociólogo Herbert I. Schiller en Aviso para navegantes las palabras de Alvin Toffler, que señalaba que “estamos en un proceso de transformación del modo de crear riqueza; antes era con la industria, ahora es con la información …”. Podríamos decir que este cambio en el modo de prosperar ya se encuentra en una fase muy avanzada. Difícil es concebir la gestión empresarial sin tecnologías de la información y comunicación. Asimismo cuesta imaginarse, aunque no demasiado, la vida cotidiana del ciudadano de a pie sin World Wide Web.
Consultar información , leer y enviar mails, participar en foros, comunicarnos con familiares o amistades que residen a kilómetros –o escasos metros- de distancia, realizar gestiones bancarias, efectuar compras sin necesidad de desplazarnos hasta la tienda correspondiente, escuchar canciones de nuestro artista favorito o consumir publicidad son algunas de las actividades que nos permite desarrollar la red.
En Internet, desgraciadamente, tiene también cabida la delincuencia. Pero igualmente es un medio que permite localizar al infractor o falto de moral. La jornada de ayer sirvió, por lo tanto, para recordar un día más que hay que endurecer la condena de pederastas, de los que estafan, de los que se entrometen en privacidades que carecen de interés general, y de los que injurian.
Pero, dejando de lado toda ética crítica, hay que reconocer que la red de redes es una fuente muy consultada por su inmediatez. Según el estudio Internet en España (2008) de la Fundación BBVA, ocho de cada diez internautas buscan información. Aquellos que leen noticias o periódicos- según el estudio, un 46, 7 por ciento- quizás se hayan interesado esta semana por las víctimas de los movimientos sísmicos en China, por las medidas cautelares solicitadas por la hermana de la princesa Letizia, por la relación entre Sarkozy y la agencia France Presse, por el “portazo” de María San Gil, o por ver la programación de actos y festejos de San Isidro en busca de zarzuela, chotis, mantón o tortilla. Los más curiosos, incluso, se habrán tomado la molestia de leer los programas universitarios españoles de Medicina para ver si su docencia es ajena a materias específicas de derechos humanos. Todo ello a "bajo" coste.
Comparto la opinión de Carmen Galán, profesora de Lingüística de la Universidad de Extremadura, cuando escribe que hemos abierto las puertas a la “generación del pulgar”( El País, 12 de mayo de 2008). Es cierto que no nos separamos del móvil. Y que con el dedo que más grasas saturadas consume decidimos ya muchas cosas. Pero en lo que a Internet se refiere triunfa el índice o falange clickeadora, ese dedo que yo utilizo para formularles una pregunta: ¿Dónde he dejado el sentido del olfato? ¿A qué huele Internet?
Huele a polvo de módem. Al desuso de aquello que muchos no pueden permitirse el lujo de tener. Javier de Matrice.

sábado, 10 de mayo de 2008

¿TOLERANTES?

Obligaciones externas y cuestiones morales. Términos que no nos resultan novedosos. Pero cuando se zambullen en el terreno de la educación me echo a temblar. Lo fresco y lo vital se digiere en mi mente como algo rancio y releído. ¿Qué educación objetiva daríamos a nuestros hijos si nos agarrásemos con vehemencia a nuestras convicciones morales?
Confío en la justicia y en la demanda de severas justificaciones a la hora de formular excepciones reguladas a la norma. Porque la educación es el conocimiento de lo desconocido. Saber no significa llevar a la práctica, sino enriquecer nuestro entendimiento. El aprendizaje de lo igual y de lo diferente es lo que conforma nuestra identidad y nuestra tolerancia.
Con estas ideas como preámbulo entra en juego la protagonista de una prevista polémica: Educación para la ciudadanía.
Dicen algunos que la asignatura rebasa los límites de una educación ideológicamente neutral. Que de fondo se vislumbra la teoría del género. Que los padres son poseedores del derecho a educar a sus hijos en una sexualidad afín a sus convicciones, sin que ello vaya en detrimento de una formación basada en el respeto a otras inclinaciones sexuales. En definitiva, defensa de principios morales.
Pero todo esto me huele a tufillo político y religioso, respetable por otra parte. Cabe recordar que respeto, legalidad, libertad, participación y pluralismo son condiciones fundamentales para la vida en democracia, sin olvidarnos, por supuesto, de la igualdad.
Mas la realidad es otra muy distinta. La tolerancia cristalina o pura aún dista mucho de las pretensiones de muchos ciudadanos. Prueba de ello la tenemos en la opinión de una lectora del diario gratuito 20 minutos, que el martes 29 de abril nos sorprendía a los madrugadores con las siguientes declaraciones- publicadas en la sección Carta de los lectores-: “Operación triunfo se ha convertido en un arma de propaganda gay, ignoro si a propósito o no. Mientras mis hijos contemplaban, menos pasmados que yo, el beso ardiente y prolongado, recreado hasta el detalle por el cámara y jaleado convenientemente por el público, con el que el “novio” de un concursante gay recibió a su héroe, decidí darme de baja del concurso. No veo por qué los efluvios pasionales “homo” deben ser restregados ante una audiencia que en su mayoría no comparte la atracción por personas de su mismo sexo. Mientras la religión quiere desterrarse del espacio público,…, un exhibicionismo sexual explícito de todas las formas y colores ha tomado hasta los concursos más inofensivos. Antes de que la voz se estrenase para malvender una opción sexual, de la que no querría que mis hijos bebiesen, cantar era, ante todo, comunicar con lo trascendente y elevar el espíritu”.
Increíble. A veces pienso que las hormigas de Luis Buñuel en Un perro andaluz han invadido la mirada de muchos. ¿Existen anteojos tan opacos como para impedir que se perciba y asuma la realidad?
En primer lugar hay que decir que el "héroe" no besó a su novio, sino a su marido. Están casados. Falta de seguimiento del programa.
En segundo lugar, señalar que la libertad de expresión da rienda suelta, en muchas ocasiones, a auténticas “obras de arte”. Viva la tolerancia.
Y en tercer lugar, dos cuestiones. Según se deriva de la opinión de la lectora, ¿habría que entender que la televisión no debería mostrar besos entre heterosexuales al no compartir los homosexuales la “atracción” por personas de diferente sexo? ¿Operación Triunfo ya no es un programa “inofensivo”? . Como diría el refrán: “Mucho saber del cielo y poco saber del suelo”. Javier de Matrice.

domingo, 4 de mayo de 2008

FALSOS DESENTENDIDOS

Coraje, agallas y esperanza. Esta semana hemos celebrado la heroicidad con la que los vecinos de la capital, hace doscientos años, decidieron librarse espontáneamente de la opresión francesa. El viernes conmemorábamos en Madrid una dignidad batallada en condiciones de desigualdad. Celebrábamos una revuelta de navajas, muebles y macetas contra blindadas escuadras. Pero sobre todo la primera toma contemporánea de una conciencia de nación. Mas detrás de todo festejo de orgullo hay una taimada ignorancia. Muchos madrileños, por increíble que parezca, aún desconocen la historia de una fecha clave para la sociedad liberal de nuestros días: el dos de mayo de 1808.
El miércoles, ante la proximidad de, para muchos, sólo un día rojo en la calendario laboral madrileño, decidí preguntar - aleatoriamente- a seis viandantes de nuestra comunidad, con edades comprendidas entre los 20 y 33 años, qué sabían o qué significaba para ellos el levantamiento del dos de mayo. Sólo el primero conocía de una manera notable qué hay detrás de la pasada festividad. Otra joven fue capaz de relacionarlo, suficientemente, con algunas pinturas de Goya. Pero el resto sufrió repentinos bloqueos. Una de las respuestas que menos me sorprendió fue la de un dudoso “tengo prisa”. Pero las restantes me dejaron estupefacto. Tres mujeres que caminaban juntas me confesaron la dificultad de la pregunta y me comunicaron, justificándose pues, que no eran capaces de responderme adecuadamente porque acababan de comer. Es ahí cuando me enteré, por primera vez, de que no podemos hacer memoria histórica tras la ingesta de alimentos. Acaso se desvanecerían. Fue entonces cuando recordé un artículo de Miguel Ángel Aguilar publicado en La Vanguardia el martes 29 de abril: La perfidia francesa. En él, el periodista hacía referencia a algunas realidades que acompañan a la conmemoración del bicentenario del alzamiento de mayo de 1808: negocio editorial y actividad política.
En efecto. Todo festival viaja con un sidecar político- económico. Pero cabe recordar que gran parte de las ganancias la obtenemos los ciudadanos. En primer lugar, porque toda publicación didáctica o evento organizado, aunque ya se conociese, siempre nos proporciona una creciente gratificación cultural. Es más, este tipo de celebraciones recuerda a los concienzudamente desconocedores de este trasfondo histórico que, un año más, siguen ignorándolo. Aprendizaje del desconocimiento: uno sabe que no sabe. En segundo lugar, porque facilitan de una manera lúdica el acceso al conocimiento. Aquí entran en juego las nuevas ediciones, las recopilaciones, los documentales televisivos o las exposiciones artísticas. En este sentido, hay que decir que Madrid se ha volcado a fondo. Instituciones políticas y culturales, asociaciones, medios de comunicación y un largo etcétera han mostrado su compromiso con la cultura y el recuerdo.
La exposición 2 de Mayo 1808. Un pueblo, una nación ejemplifica claramente el esfuerzo por hacernos viajar a la época y escenarios del levantamiento popular de principios del XIX. Maquetas, montajes audiovisuales, citas y testimonios, armas originales y reproducciones de imágenes y trajes – también indumentaria original de la época- son los componentes fundamentales de este recorrido nutriente por mayo de 1808.
Un fusil para miñones y tropas ligeras. Una espada española para oficial de caballería modelo 1796. Un cartucho de papel y bolas de plomo para fusil. Un trabuco de pedernal a la oriental de mameluco. Un sable francés de caballería ligera. Una escopeta de caza de finales del siglo XVIII. Aperos de labranza. Herramientas de cocina y esquileo. Navajas y cuchillos. Entre muchos otros utensilios, todas estas herramientas de lucha encuentran su hueco en esta exposición comisariada por Arturo Pérez- Reverte, académico y escritor que ha narrado con maestría los acontecimientos del dos de mayo en Un día de cólera, obra, por otra parte, excelentemente documentada.
2 de Mayo 1808. Un pueblo, una nación también muestra a sus visitantes numerosas y encomiables obras de M. A. Díaz Galeote ( a escala 1/9), entre otras: un fusilero de las Reales Guardias españolas, un dragón de Lusitania, un paisano armado, una manola madrileña, un jinete de los mamelucos, un cura trabucaire y un fusilero del Real Cuerpo de Inválidos de España. La figura del lugarteniente de Napoleón en nuestro país, Joachim Murat, tampoco se escapa de las manos de Díaz Galeote, inigualable trabajador del detalle.
Madrid 1808. Guerra y Territorio y Madrid 1808. Ciudad y Protagonistas también nos acercan – en este caso gratuitamente- a la grandeza de esta conmemorada fecha. En el Museo de Historia de Madrid podemos curiosear, hasta finales de septiembre, trabajos cartográficos de la época. Por otra parte -y hasta la misma fecha- el Conde Duque expone, no sólo mobiliario e indumentaria de la época, sino también notables pinturas. Entre las que ahora se muestran, se encuentran Víspera del 2 de mayo, de Miguel Hernández Nájera, Defensa del parque de Monteleón y Fusilamientos en la fuente de Neptuno, de Antonio María Tadei, Fusilamiento de Patriotas en el Buen Suceso, de José Marcelo Conteras y Muñoz , Enterramientos de la Moncloa el día 3 de mayo de 1808, de Vicente Palmaroli, y Malasaña y su hija, de Eugenio Álvarez Dumont ( pintura elegida para la cubierta de Un día de cólera). La exposición del Conde Duque también se compone de hilarantes caricaturas de José Bonaparte y de libros impresos a principios del siglo XIX.
Si a estas exposiciones le sumamos la que en estos momentos alberga el Museo del Prado : Goya en tiempos de guerra, los documentales emitidos por televisión, el espectáculo que el viernes realizó La Fura dels Baus en la plaza de la diosa merengue, y las escenificaciones de calle en Madrid, ¿ el 2 de mayo de 2009 habrá todavía gente que sea incapaz de hilar varias ideas sobre nuestra fiesta más conocida? Espero que la respuesta sea negativa. El tiempo lo dirá, pero me temo que aún a largo plazo. Espero errar en mi pronóstico. Si Napoleón se equivocó al decir que nuestra resistencia no sería “temible” por considerar que “los pueblos donde hay muchos frailes son fáciles de someter”, yo también espero estar en un profundo error.
Por el momento, hay que reconocer que, aunque no lo suficiente, la televisión ha puesto su granito de arena en el recuerdo de tan significante acontecimiento para la historia de nuestro país. Sobre todo la televisión autonómica de Madrid, que el jueves por la noche emitió un excelente documental: Dos de mayo. Los héroes olvidados. Dirigido por José Manuel Novoa (Los últimos nómadas), este trabajo audiovisual cuenta con interesantes testimonios; entre ellos, los de Fernando García de Cortázar, director de la Fundación Dos de Mayo. Nación y Libertad, Carmen Iglesias, académica y presidenta de Unidad Editorial y Jean- René Aymes, hispanista y profesor de historia de la Universidad de París.
Por delante queda todavía la emisión en Telemadrid de la serie que el lunes estrenaba la cadena autonómica: Dos de mayo, la libertad de una nación. La Guerra de la Independencia es el marco histórico de un hilo argumental que cuenta con los personajes típicos del Madrid de entonces: el tabernero, las modistillas, el cura, los ladrones y los afrancesados, entre otros. Cesáreo Estébanez , Celia Freijeiro, Carmen Morales y Miguel Rellán son algunos de los actores que trabajan en esta recreación televisiva de nuestra lucha contra los franceses. Estimable la sensibilidad interpretativa de María Garralón, Catalina en la serie. Esperemos que esta ficción, que cuenta con algunos episodios reales- además de ajustarse a su contexto histórico-, estimule el interés de los más rezagados. Javier de Matrice.

SOBRE MÍ

SOBRE MÍ

EN TERCERA

Javier G. Cobo, nombre real de Javier de Matrice, nació en Madrid en 1982. Periodista digital y Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid (2000-2005), ha sido becario de realización en Telemadrid y ha trabajado como redactor/presentador en Localia Fuenlabrada Televisión (2006). Su experiencia en radio pasa por la redacción/locución de los Servicios Informativos de Radio Complutense -107,5 FM- (2000-2004) y por la realización de crónicas y cuñas puntuales para Cadena Ser Madrid Sur. Es también diplomado en Arte Dramático por Metrópolis c.e. , y ha sido dirigido en teatro por Tina Sainz (preproducción de Nuestra Ciudad, 2004), Pilar Vicente (La tienda de los horrores, 2009), P. Moraelche (Bésame, tonto, 2010), Javier Delgado (El enfermo imaginario, 2011), Patricia Chávarri (El Rey Sol, 2012) y Alfonso Gómez (¡Usted es Ortiz!, 2013). Es asimismo autor de Los calostros de la Gachosa (teatro breve). En televisión ha colaborado como actor en programas como Cyberclub, La Nuestra o Sucedió en Madrid (Telemadrid, 2005). Actuaciones en cine [cortometrajes]: Así fue (Julia Gangutia, 2013), Ni siquiera Descartes (Trinidad Sánchez y Daniel Lavín González, 2013), Nada sin mí (Rodrigo Delgado y Jorge Escudero, 2013) y Extraterrestres generosos (Trinidad Sánchez, 2013). Actuaciones en web series: Sayón (The Executioner), dirigida por George Karja (2013-2014).
Contacto: javierdematrice@gmail.com