Apenas unas horas después de su frecuente retiro nocturno recibiría su remuneración. La contraprestación a su incendio calórico. Una nómina emotiva en términos de audiencia.
Y así ocurrió a principios de semana. Ella, sus hermanas y sus primas de plasma, currantas todas, recibían el notición: ¡Su salario en conjunto sobrepasaba los nueve millones de espectadores!
Por poco más de tres horas trabajadas, la reverenciada nueva era para ellas un incentivo abismático. Era combustible áureo para su garantía técnica y mención de honor para su carta de recomendación.
Lo que para algunos comensales de la competencia se traducía en fracaso de “frikies”, para su cliente favorito significaba algo distinto. La cifra representaba un galardón ajeno a lo técnico y a lo competitivo. Revelaba el triunfo social de una indignación vestida de humor. Así lo hizo saber don José en la hoja de reclamación que rellenó en el restaurante donde trabajaba María. Era el único apunte positivo de un impreso enaceitado y desbordado por las quejas.
Pepe, que es así como llama la cristalina María a don José, su asiduo glotón del audiovisual, representa para el personal de servicio el amor a la gastronomía musical y a la justicia artística. Por eso el sábado 24 era su día más esperado. Una fecha primaveral vivida por el anciano como una exánime jornada de playa brava en la que vería desfilar, a través de María, un buffet de 25 platos condimentados y alineados por el amor a lo propio.
Pero las propuestas digestivas pronto le decepcionaron. Vio que no podía comer pavo irlandés. Tampoco podía degustar auditivamente el tema compuesto por Jordi Cubino para la catalana Gisela.
Los platos con los que le hubiera gustado emocionarse se vieron sustituidos por la extravagancia de Laka y su lenta tendedora de ropa bosnia, por la actuación del representante israelí -Boaz-, que carbonizó con sus bíceps un buen tema, The fire in your eyes, y por Delí, una insípida canción turca que allanó el escenario para el lucimiento de una de las excepcionales voces de nuestro país vecino, la de la triunfita Vánia Fernandes. Listón alto para Portugal gracias a la cantante de Madeira. De las mejores pese a quedar en el puesto número 13 de la clasificación final.
Pepe, bajo la convicción de que las repeticiones no suelen caer en gracia, dio un voto de confianza a la ya ganadora de Eurovisión en el 99: Charlotte Perrelli. Le gustó la voz de la intérprete de Hero y el buen ritmo del tema. Pero, debido a su ya debilitada agudeza visual, dudó de si realmente era la representante de Suecia la que cantaba, ya que su parecido con Donetella Versace le hizo creer por momentos que la diseñadora se había convertido en diva de la canción. Nórdica en este caso.
Por momentos también creyó que el representante de Finlandia era, por su indumentaria, el casi ya olvidado cantante español Pedro Marín. Pero la pegadiza All night long le hizo bailar en su silla y olvidarse del parecido razonable entre los artistas.
Pero, pasados escasos minutos, María le brindó a Pepe unas imágenes que se alejaban de la rasura metrosexual. Sébastien Tellier le hizo recordar al comensal riojano que él no era el único barbudo. Es más, en un momento dado la actuación de Francia le hizo recordar una escena de El gran dictador. Aquélla en la que, al igual que Tellier, Chaplin portaba en sus manos una bola del mundo.
Sin embargo, no fue nuestro planeta, el continente europeo en concreto, el que se sorprendió por el triunfo de la canción Believe, de Dima Bilan.
Rusia ganaba este año el festival de Eurovisión. Pero no nos extrañaba. La prensa ya describía el olor de su guiso. Ya nos informaba de la posible predilección de muchos eurofans por el aroma poco inconfundible del tema ruso. Patinaje de Yevgeni Plushenko incluido.
Pecho al descubierto, deportista sobresaliente y stradivarius balanceándose. Componentes fundamentales del galardón a la amistad. Según Pepe, clave injusta del éxito. ¿Habría que llevar el año que viene a Jesús Carballo y a un guitarrista flamenco para recibir los arrolladores doce puntos de cada país votante?
Mientras recogían la mesa de la cena, el anciano decía que no. Que los grandes artistas están mejor en sus casas. “Desfocalización” de la atención con fusión de disciplinas. “Una manera de decorar un tema simple y poco pegadizo”, decía Pepe.
Al riojano también le enfadaba la manía de muchos españoles por recurrir a la socorrida sinécdoque musical. Le desagradaba que hubiesen tomado la parte por el todo cuando la cantante de ¿Quíén maneja mi barca? nos representó en 1983. La criticaron por ir descalza. Y ahora, en cambio, la gente no se fijaba en los pies, también sin abarcas, del que actuara en vigésimo cuarto puesto. Ganador para rematar el postre.
Pero Pepe se iba del restaurante Melómanos con una sonrisa en la boca. Mejor posición que D´Nash, Las Ketchup o Son de Sol.
Recordaría para siempre al avispado Chikilicuatre. A la torpe Gráfica. A la azulona Disco. Y a Luciana, la guitarra colorida tocada -su réplica- por el mismísimo Papa. Gracias, cómo no, a Jordi Évole, El Follonero.
Don José no pudo ver a Rodolfo rompiendo como Jimmy Hendrix su inseparable instrumento de cuerda. Pero confiesa que bailará “el chiki chiki” en toda verbena de pueblo. Y que pedirá a Carlos Jean una versión cantada por él. Verano agitado para su edad.
Rezará por más colaboraciones de la coreógrafa de Shakira, Mayte Marcos, y por unas votaciones menos previsibles. Asombrado quedó, en este sentido, cuando Uribarri acertó que Israel y Grecia entrarían en el top ten.
Le desconcertó, en cambio, el hecho de que el locutor fallase al decir que Rumanía también estaría entre los diez primeros. No tanto por el error en su vaticinio, sino por la injusta posición de los dos cantantes más votados por nuestro país. Únicas y potentes eran la balada y las voces de Nico & Vland.
Pero el pensionista Pepe luchará, por encima de todo, para que María, la “caja tonta” del restaurante más castizo de sus sueños, aquél en el que le hubiese gustado actuar de joven, le regale el año que viene una actuación todavía más reivindicativa: la de -por ejemplo- las hormigas “Trancas y Barrancas”, acompañantes de Pablo Motos en su programa de Cuatro.
Llenemos Eurovisión de peluches. A lo Dustin. ¿No dicen que es uno de los mejores obsequios a la amistad o al amor? Javier de Matrice.