domingo, 29 de junio de 2008

MUCHO SEXO

Abstinencia sexual durante cuatro años. La prescripción no era médica, sino circunstancial y por cuestiones de empresa. Pero millones de personas en todo el mundo ya han logrado el esperado orgasmo: la película de una serie que enseñó a las mujeres que ellas también pueden hablar de sexo sin tapujos. Como el que saluda al vecino recordándole el calor que hace o preguntándole cuándo toma sus vacaciones. Pero con una diferencia: la inteligencia como trasfondo. La madurez mental como matiz distintivo que las aleja de la trivialidad de muchas conversaciones protagonizadas desde tiempos inmemorables por el sexo masculino.
Tras seis temporadas hospedándose en nuestras casas, Sexo en Nueva York nos acomoda ahora en las butacas de nuestros cines para ponernos al día en la vida de cuatro mujeres que ya son todo un icono de la liberalización sexual de la mujer: Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda. Personajes de ficción que probablemente hayan conformado la psicología o ideario de aquellos jóvenes que en el año 98 decidieron engancharse a una serie que taladraba ferozmente muchos tabúes sociales heredados de nuestra aún imperante sociedad machista.

La serie que el canal de cable HBO decidió emitir a finales del pasado siglo no sólo retrató inquietudes íntimas, sino que también contribuyó a cambiar o modificar la sociedad. A naturalizar actitudes o prácticas que pertenecían para muchas al mundo de lo fantasioso: la promiscuidad femenina, el empleo de los masturbadores, el consumo de hombres clinex, el exhibicionismo, las relaciones lésbicas o el sexo en el trabajo.

La película, dirigida por Michael Patrick King, es una continuidad por todo lo alto de los cortos capítulos que, durante tantos años, hicieron trasnochar no sólo a mujeres, sino también a aquellos hombres que querían conocer los secretos del mundo femenino. Lo no revelado por sus compañeras.

Algunos críticos consideran que el filme es un spin-off de la serie protagonizado por Carrie, la desventurada escritora adicta a caros zapatos y ropa de marca. Otros, como Ángeles López (La Razón, sábado 7 de junio de 2008, Sexismo en Nueva York,), ven en ella “90 minutos de frivolidad, culto a la ropa, lenguaje barato y ombliguismo femenino,..., todo aderezado con la búsqueda desesperanzada de pareja”.

Los más de 80 vestidos que Carrie Bradshaw luce en la película, sus adorados zapatos de marca, entre ellos los de Manolo Blahnik, el vestido de boda de Vivienne Westwood, o los numerosos cinturones que portan las actrices de Sexo en Nueva York, pueden hacer pensar –a quienes no lo hayan visto- que el filme se rige únicamente por principios estéticos. Es posible que muchos otros se nieguen a verlo únicamente por el tocado con mariposas y flores de Philip Treacy que la protagonista de Novia por contrato llevó el pasado 12 de mayo en el estreno en Londres de Sex and de City.

Cierto es que la película de Patrick King brilla por su filón publicitario. Además, tal y como apunta la periodista y escritora Ángeles López en su artículo de La Razón, el filme convierte a sus espectadores en publivictimistas, es decir, en víctimas de productos que no obtendrán jamás. “Miles de jovencitas añorarán lo que nunca podrán poseer, un objeto, no de moda, sino una vuelta al sexismo disfrazado de feminismo”, señalaba López. En este sentido, no creo que el suizo Yvan Rodic fotografíe a muchos urbanitas con la vestimenta del filme que en Estados Unidos ha logrado desbancar durante varios días al mismísimo Indiana Jones.

Pero la película tiene una base de humanidad, didáctica de la autoestima y solidaridad que está muy por encima de sus medios de financiación. A Sexo en Nueva York bien se la podría comparar con La señora Dalloway, novela escrita por Virginia Woolf. No sólo por el espíritu en cierta medida independiente de su protagonista, Clarissa, sino también por tratarse de una obra que, además de estar avalada por la belleza verbal -en Sexo en Nueva York, belleza visual-, profundiza como nadie en los sentimientos e ideas de sus personajes.

Sex and the City
es sobre todo una excepcional apología audiovisual de la amistad. 145 minutos de humor, sorpresas, erotismo y juego de sentimientos a cargo de Sarah Jessica Parker, Cynthia Nixon, Kristin Davis y la siempre airosa Kim Cattrall. Javier de Matrice.

domingo, 22 de junio de 2008

LOSANTOS, SIN MORDAZA

Las palabras son el bálsamo de los que sufren la soledad. El frescor que revitaliza las mentes aduladas por el saber. El ruido que entretiene al ignorante. El soplido que balancea los sentimientos del poeta. Pero en ocasiones también son la causa de otalgias. Dardos punzantes del que discrepa. Armas arrojadizas que pueden destruir al guerrero del bando contrario.
Según Rosa Montero, “la lengua es como la piel de la sociedad y sigue con estrechísima adherencia todas las mudanzas del cuerpo que cubre, así engorde o adelgace: por ejemplo, se está perdiendo la palabra solterona de manera natural, porque se está quedando vacía socialmente”. Esta definición que Montero elaboraba en Ellas, artículo publicado en El País el pasado 17 de junio, me sirve para preguntarme cuándo destriparemos el sentido de palabras innecesariamente vejatorias. Para reflexionar si algún día nuestra sociedad adelgazará a lo Deborah Voigt, desprendiéndonos así de términos o afirmaciones que puedan resultar injuriosas.

De momento podemos deshacernos de ellas mediante la intervención de la Justicia. Pero para ello hace falta parné. Que se lo pregunten a Federico Jiménez Losantos.

Esta pasada semana conocíamos la sentencia que condenaba al locutor estrella de la Cope a 36.000 euros de multa por un “delito continuado de injurias graves con publicidad” contra Alberto Ruiz Gallardón, así como por dedicarle al alcalde de Madrid expresiones “claramente insultantes o hirientes”, consideradas por la juez innecesarias para el ejercicio de la labor informativa.

Se podría decir que no le ha costado caro al periodista difundir lo que la juez de lo Penal número 6 de Madrid ha valorado como injurias. La mitad de lo que el fiscal pedía.

Pero más allá del precio a pagar por el empleo de vocablos lipídicos, que sobran de igual manera que estaban de más los kilos de la soprano estadounidense anteriormente citada, la sentencia ha reabierto el debate entre el derecho a opinar y recibir información, y el derecho al honor que tiene todo ciudadano, incluidos, cómo no, cargos públicos.

“He leído detenidamente la sentencia de la juez Inmaculada Iglesias. No estoy de acuerdo con ella. Conozco bien a Federico Jiménez Losantos, ni voy ni he ido a su programa radiofónico y discrepo de forma notoria de algunas de sus posiciones y obsesiones. Tengo, además, simpatía por Alberto Ruiz Gallardón. Pero no puedo compartir la sentencia que condena al periodista y que, a mi modo de ver, lesiona de fondo la libertad de expresión…La sentencia contra Federico Jiménez Losantos me parece alarmante. Si se aceptara como norma, los periodistas de cualquier ideología difícilmente podrían cumplir con su función esencial: la de administrar el derecho a la información que tienen los ciudadanos”, escribía Luis María Anson el pasado 20 de junio en el diario El Mundo. Como podemos ver, una defensa palaciega de la libertad de expresión que profundiza poco en lo que Miguel Ángel Aguilar ha calificado como “periodismo de asalto” al escribir sobre la labor periodística de Losantos. “Su forma de hacer periodismo es incompatible con cuanto predica la Iglesia. Se trata de un periodismo de asalto –en las antípodas del amor al prójimo-, que se esfuerza en la siembra del odio, del antagonismo cainita. Dicen que la grandeza de la democracia incluye aceptar espacios para esos combatientes empeñados en el triunfalismo de la catástrofe. Pero es inaceptable que estén bendecidos por un medio como la Cope, que es propiedad de la Conferencia Episcopal”, opinaba el 17 de junio el colaborador de La Vanguardia en el diario catalán.

Los obispos ya han comunicado que intensificarán su relación con la dirección de la Cope con el fin de velar por el respeto al ideario de la cadena. Pero, ¿ le servirá a Losantos esta sentencia como escarmiento?

De momento, el mismísimo martes día 17, el periodista cerraba su columna de El Mundo – artículo Con J de “ Juliani”- de la siguiente manera “ La verdad es que esta Justicia con Jota de Juliani niega la libertad de expresión que el artículo 20 de la Constitución garantiza. Y encima yo no tengo el teléfono del TC para ver si, tras el recurso que interpondremos (y ganaremos, supongo) en la Audiencia de Madrid, debo querellarme con la jueza por prevaricación. María Emilia, llámame.”

Lindezas de tan tamaño orden también se han visto publicadas en una carta al director del diario El Mundo. Ignacio de Saavedra Lage, lector del periódico dirigido por Pedro J. Ramírez, encontró en el mismo, el 18 de junio, su promontorio de opinión: “ La Ilma. Sra. Doña María Inmaculada Iglesias debería saber que no, que a Federico Jiménez Losantos ya se le ha condenado a la privación de libertad con su sentencia discriminatoria y seguramente sometida a presiones políticas. Esta sentencia ha pasado a la historia, sí, a la historia de la infamia más absoluta. Debe de sentirse afortunada por colaborar en la degradación de nuestro sistema de libertades”.

Memeces
, querida Rosa Montero, sí que es una palabra que nunca quedará vacía socialmente. Porque no se ha visto dañada la libertad de expresión. Porque la intención de la resolución judicial no es ni amedrentar ni asustar a los periodistas. Porque la libertad de información y expresión tienen sus límites. Y eso lo sabe cualquier periodista o estudiante de periodismo. Léanse los que lo duden el artículo 20. 4 de la Constitución Española: “Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que los desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”. De hecho, el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja, ha recordado, tras ver la luz la sentencia, que el ejercicio del periodismo “siendo lo más ilimitado posible, tiene límites”.
Lo que ha hecho la juez es, pues, ponderar. Debemos así respetar las resoluciones judiciales, tal y como lo ha hecho el propio Gallardón. También el recurso que pueda formalizar Losantos. Con este fin, esperaremos las deliberaciones que tuvieren que realizar en un futuro la Audiencia de Madrid, el Tribunal Constitucional o Estrasburgo.

Si sigue habiendo un mínimo de sensatez en los fallos, los jueces seguirán dando la razón al alcalde de Madrid. Javier de Matrice.

domingo, 15 de junio de 2008

COLESTEROL EN CARRETERAS

Dientes afilados por el asfalto. Gigantes sobre ruedas capaces de triturar en sueños hasta los cuadros cubistas de mayor renombre.
El Cubismo es preso estos días del surrealismo menos vanguardista. La razón, un crudo encarecido capaz de embrutecer al más descarado.

Sí, del pintor Juan Gris tomo su nombre y su arte para describir la realidad vivida esta semana en las principales carreteras de nuestro país. La mixtura del negro y del blanco ha poseído la mente, no sólo de los consumidores, sino también la de los amantes de análisis pictóricos.

Asistía esta semana al Museo Reina Sofía y descubría que los cuadros del pintor madrileño, vecino en su momento del mismísimo centro de la Villa de Madrid, eran capaces de desatar la imaginación más ilimitada de los ojos que los contemplaban. Sus pinturas facilitaban al visitante el don de poder proyectar ilusoriamente hechos inaceptables y reprochables sobre una característica muy común en las obras de nuestro maestro del pincel: las guitarras.

Poco tienen que ver los instrumentos de cuerda y las intenciones del pintor al inmortalizarlos con los vehículos pesados que han venido colapsando el fluir de nuestro fuel más preciado y necesario: la comida.
Pero las protestas siempre derriban los infinitos muros que separan la realidad de la ficción, permitiendo así que cualquier mente poseída por el enfado y la sobredosis de un humo quejumbroso pueda ver, mediante el condimento de la injusticia más perecedera (afortunadamente), camiones por guitarras. Dióxido de carbono por las melodías de las celdas más exquisitas.

Las debidas disculpas a esta perturbación del arte las debe formular primeramente el intérprete adolecido por su peculiar distrofia ocular. Pero también, indirectamente, los responsables de la alarma social que se ha respirado esta semana en supermercados y demás tiendas. Aquellos que han hecho del pasquín un secuestro a la libre circulación. Un atentado contra la práctica de nuestro derecho al trabajo.

La demanda de mejoras es libre. Pero la solicitud de una tarifa mínima que resta vida al principio de la libre competencia adquiere un color sin duda enjuiciable por su arraigada egolatría y sus medios de alcance.

Acopio de mercancías en comercios. Estantes yermos por la ausencia de productos a los que dar sostén. Colas infinitas en las cajas de supermercados como motilidad social ante temores publicitados. “Diretes” medianamente certeros de estanflación. Anuncios que alumbran alzas en el precio de los billetes de avión. Gasolineras adoradas ácidamente por desabastecimientos ostensibles de combustible. Bloqueo de accesos a grandes ciudades y a principales mercados del país. Retraso en la llegada de miles de ciudadanos a sus puestos de trabajo. Paros en la producción automovilística por dificultades en su suministro de materiales. Despidos temporales de empleados. Miedo ante posibles afecciones a la distribución de productos farmacéuticos. Camiones -de los no que no secundan la huelga- con ruedas pinchadas y lunas rotas. Transportistas con escolta. Más de cien personas detenidas. Y conciertos musicales suspendidos. En definitiva, despropósitos deplorables que hemos vivido y que ya han visto su traducción en términos económicos: según el diario económico Expansión en su edición digital del 12 de junio, el paro indefinido de camioneros que comenzó el pasado lunes 9 está ocasionando pérdidas diarias de 500 millones de euros.

“El desequilibrio económico parece afectar más a España que a otros países vecinos… La crisis tiene distintas causas y distintas maneras de manifestarse en cada uno de los países. La forma que han elegido nuestros transportistas es absolutamente inaceptable… El diálogo es imposible con energúmenos amenazando con cuchillos. Protestar no justifica delinquir”. Con estas palabras
retrataba Albert Montagutel (La carta del director, ADN, viernes 13 de junio) la primera gran queja social de la segunda legislatura del gobierno de Zapatero.
La opinión de Montagut se tiñe -en cierta medida- de la más irrefutable evidencia cuando rememoramos la muerte del miembro de un piquete en Granada y las quemaduras graves de un transportista en Alicante.

Los camiones incendiados en la provincia levantina son una muestra de la barbarie más irracional. De una inhumanidad travestida de información. De la gallardía más indecorosa. Al fin y al cabo, de maneras fuera de ley que nos recuerdan al antibélico Guernica si las relacionamos con aquella mujer que, en el cuadro más representativo de Picasso, es pasto de las llamas aparentemente antifrentepopulistas.

Esperemos que la libertad de unos pocos no sigan amputando derechos sociales a muchos otros, mayoría en este caso. De lo contrario, y con el fin de poder afrontar la subida de precios, tendremos que sumarnos a los gobiernos inglés, alemán y esloveno -entre muchos otros- en su propósito de poder legalizar las polémicas jornadas laborales de 60 y 65 horas semanales, acabando así con el máximo de 48 horas fijado por la Organización Internacional de Trabajadores en 1917.
Salud y cordura. Javier de Matrice

domingo, 8 de junio de 2008

CARTA A UNA INDOCUMENTADA

Estimada Zule:

Métete a cuidadora. O a empleada de hogar. Y sobre todo, aprende a leer entre líneas. No te fíes de los rumores. Échale un ojo a todo artículo que hable sobre la inmigración en Italia. Si es que andas por allí, claro.
¡Vaya tortura! Señaladas siempre por agarraros a la vida. Vilipendiadas por mentes celosas y catetas. Perseguidas por no gozar del pedigrí de la riqueza.
Aunque no te sirva de consuelo, he de decirte que a mí también me critican. Pero por nimiedades. Por escribir a personajes de ficción. ¡Ya ves! Yo me carteo con tesoros fílmicos y otros hacen películas de la realidad. Largometrajes en los que no caben medios éticos ni lógicos. O eres bueno o eres malo. O un “malito bueno” si abanicas al señor o limpias el culo a la madre de la señora. Así se las gastan algunos en el país de Berlusconi. Y digo largometrajes porque a la crisis todavía le quedan estrechas rutas por recorrer.
Todavía recuerdo lo que te dijo Caye en Princesas: “Las princesas, lejos de su reino, no pueden vivir. Son tan sensibles que se mueren de nostalgia”.
Cuántos primogénitos de la llana realeza habrá repartidos por el mundo entero. Afligidos por la distancia de su sangre y entumecidos por el vacío de sus bolsillos. Príncipes desterrados por la anarquía del hambre. Y ahora, amenazados por la amnesia histórica.
Sí, Zule. Hay que reconocer que Europa es la que es porque algunos de sus países constituyentes subyugaron en su momento a continentes débiles. Sin irme muy lejos, te recuerdo que España sojuzgó y fue premiosa en muchas tierras extrañas. Aun así, sus habitantes han sido acogidos en momentos difíciles por naciones ajenas. Remitámonos a los años 50 y 60 del pasado siglo. Veamos películas del tipo Un franco, 14 pesetas, filme dirigido por Carlos Iglesias, para darnos cuenta de que, en ocasiones, la ficción ha narrado como nadie muchas realidades -inconscientemente ignoradas- protagonizadas por emigrantes españoles.
¿Cuántas raíces gallegas y españolas cubren el subsuelo de Centroamérica y Sudamérica? ¿Ha olvidado Europa la cantidad de emigrantes que surgieron tras periodos críticos y belicosos como los de los años 1919, 1930 ó 1945? ¿Hemos borrado ya de nuestros recuerdos la magna hospitalidad de México (hacia los españoles) en tiempos del presidente Lázaro Cárdenas?
Los mexicanos nos abrieron las puertas de su país hace siete décadas. Afablemente. En cambio nosotros, como bien apuntaba el domingo 18 de mayo Jordi Soler en El País -en su artículo La mala educación-, no les correspondemos ahora como se merecen. Nuestro trato hacia ellos dista mucho del bonito gesto que tuvieron entonces con nosotros, hasta el punto de que, hoy, “todo mexicano que venga, no a quedarse, sino a pasear a España, tiene que someterse a un control nada cortés en el aeropuerto de Barajas o en el de El Prat; un control en el que un oficial le exigirá que enseñe el billete de vuelta, una cantidad mínima de 57 euros por cada día de estancia, el comprobante de una reserva de hotel y, si se trata de un turista que viene a visitar a un familiar o amigo, es decir, que no se hospedará en un hotel, una carta de invitación que previamente ese sufrido familiar o amigo habrá tenido que ir a tramitar a la comisaría de su barrio”. Así nos lo recordaba el escritor mexicano hace apenas un par de semanas en la edición impresa de El País. Y lo que es peor, así pagamos los favores a los que un día fueron comprensivos con nosotros. Con mano dura.
Europa tiene enfilados a los sin papeles como tú, Zulema. Pero confía en la bondad humana, donde quiera que estés.
Se lució el Gobierno de Italia en su primer consejo de ministros al plantear que la inmigración ilegal sería constitutiva de delito en territorio italiano. Suerte que posteriormente Berlusconi reculó en su intención. El que presentara a nuestro presidente en la última cumbre de la FAO, celebrada en Roma, como “José Manuel Zapatero”, ha reconsiderado la decisión tomada en Nápoles y ha señalado que la inmigración ilegal sólo será un agravante en caso de comisión de delito.
Brilla también Sarkozy con sus “contratos de integración”. Atónito me deja con su pretensión de que los inmigrantes deban conocer la lengua del lugar en el que desean residir. Espero que su plan no prospere en la presidencia francesa de la Unión Europea, que arranca el mes que viene. Si no, la lengua dejaría de ser algo libre y pasaría a ser una imposición externa. Pura burocracia o antítesis de lo natural. Bien podría pintar Paul Sarkozy, padre del presidente francés, la nula necesidad de la propuesta de su hijo. En compañía, cómo no, de su amigo Werner Hornung. Te hablaré de las obras del suegro de Carla Bruni, nuevo pintor “surrealista”, si es cierto que dentro de pocos días las exponen en la Casa de Vacas del Retiro.
Perplejo me dejó asimismo la iniciativa de UDC-SVP, partido suizo de la derecha nacionalista que pretendía que fueran los vecinos de un extranjero los que dieran el visto bueno a su obtención de nacionalidad. Suerte también que el pasado 1 de junio Suiza rechazó en referéndum tan injusta propuesta. Sólo faltaba que prosperase en una sociedad en la que el 24% de la población es extranjera; en un país en el que el 60% de los niños que juegan al fútbol tienen sangre de inmigrantes; en una nación que cuenta con una selección de balompié sostenida, en buena medida, por la habilidad, fuerza y sudor de sus componentes extranjeros.
Críticas políticas, protestas por las calles de Nápoles y asociaciones gitanas manifestándose frente a la embajada de Italia en España. Así están, en definitiva, las cosas por Europa: gente demandando que se respeten los derechos humanos de los que no tienen papeles. Y, mientras tanto, más futuros sufridores. Recordemos que el pasado 1 de junio la embarcación de Salvamento Marítimo Punta Salinas interceptó en el Sur de Tenerife un cayuco con 80 indocumentados. Otros 34 sin papeles más fueron detenidos también el mismo día en Roquetas del Mar, Almería.
Si el límite de retención de inmigrantes ilegales en España, actualmente de 40 días, aumenta a 60: ¿los centros de internamiento estarán adecuadamente preparados para tanto advenedizo? Me temo que no.
Por otro lado, he de señalar que de poco servirán los 500 millones de euros que nuestro gobierno se ha comprometido a entregar en los próximos cuatro años a programas destinados a combatir el hambre en el mundo. El problema seguirá estando ahí mientras no se revisen con profundidad las políticas neoliberales desarrolladas durante las tres últimas décadas en el mercado mundial. Mas, mientras una sola persona se salve de la muerte o de la emigración forzosa en busca de alimento, la iniciativa, desde mi punto de vista, será absolutamente satisfactoria.
Para terminar mi carta, Zule, permíteme decirte que daremos un paso adelante en el problema de la inmigración ilegal cuando hagamos realidad un verdadero diálogo entre naciones.
Según Ana Planet, investigadora y Profesora del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, un diálogo es fructífero cuando se cumplen tres principios fundamentales: suspensión de juicios, “propiocepción” del pensamiento y participación colectiva. Así lo recalcó el pasado 7 de junio en una conferencia en Leganés que, desarrollada bajo el II Encuentro Cultural Onda de Madrid, llevaba por título El Diálogo y El Pluralismo Cultural.
Planet señaló que todo diálogo debe tener un interés común por parte de los sujetos dialogantes. En el caso de los que puedan darse en nuestro país entre musulmanes y cristianos -y, por extensión, entre otro tipo de creyentes-, el interés común, según la doctora Planet, no ha de ser un intercambio de opiniones o imposición de creencias, sino “la construcción de una sociedad en la que todos tengamos cabida… una sociedad en la que la creencia religiosa sea un elemento suficientemente importante, un elemento suficientemente respetado y valorado, para que nadie tenga que sufrir una discriminación por su creencia religiosa”.
Si extrapolamos las declaraciones de Ana Planet al tema que nos ocupa, hallaremos la clave para no tener que recurrir al blindaje que, en su amor a lo ajeno, Europa está protagonizando. El quid de nuestras reflexiones debe recaer sobre la definición del interés común. Y ese interés común, querida Zule, ha de ser la defensa de la dignidad humana.

Se acuerda mucho de ti, Javier de Matrice

P.D. Espero que no recaigas en la prostitución.

SOBRE MÍ

SOBRE MÍ

EN TERCERA

Javier G. Cobo, nombre real de Javier de Matrice, nació en Madrid en 1982. Periodista digital y Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid (2000-2005), ha sido becario de realización en Telemadrid y ha trabajado como redactor/presentador en Localia Fuenlabrada Televisión (2006). Su experiencia en radio pasa por la redacción/locución de los Servicios Informativos de Radio Complutense -107,5 FM- (2000-2004) y por la realización de crónicas y cuñas puntuales para Cadena Ser Madrid Sur. Es también diplomado en Arte Dramático por Metrópolis c.e. , y ha sido dirigido en teatro por Tina Sainz (preproducción de Nuestra Ciudad, 2004), Pilar Vicente (La tienda de los horrores, 2009), P. Moraelche (Bésame, tonto, 2010), Javier Delgado (El enfermo imaginario, 2011), Patricia Chávarri (El Rey Sol, 2012) y Alfonso Gómez (¡Usted es Ortiz!, 2013). Es asimismo autor de Los calostros de la Gachosa (teatro breve). En televisión ha colaborado como actor en programas como Cyberclub, La Nuestra o Sucedió en Madrid (Telemadrid, 2005). Actuaciones en cine [cortometrajes]: Así fue (Julia Gangutia, 2013), Ni siquiera Descartes (Trinidad Sánchez y Daniel Lavín González, 2013), Nada sin mí (Rodrigo Delgado y Jorge Escudero, 2013) y Extraterrestres generosos (Trinidad Sánchez, 2013). Actuaciones en web series: Sayón (The Executioner), dirigida por George Karja (2013-2014).
Contacto: javierdematrice@gmail.com