Dejando de lado la evolución tecnológica y el empleo constructivo de la imagen, ya estudiados por investigadores y técnicos de marketing, estos días la información social la vienen protagonizado la vileza y despropósitos de algunos trabajos videográficos realizados por particulares. Noticiados la pasada semana por su ajusticiamiento o alumbramiento, el más importante de ellos está relacionado con la sanción impuesta por la Agencia Española de Protección de Datos a la Asociación Nuevos Vecinos de Montera por grabar y difundir por Internet imágenes de transeúntes -sin su consentimiento- en su empeño por denunciar la degradación de su barrio y la explotación sexual en esta céntrica zona de Madrid. Multa de 601 euros por cometer una infracción grave del artículo 6 de la Ley Orgánica de Protección de Datos. Otro está relacionado con la detención en Barcelona de un médico que escondía una cámara web tras un radiador del servicio de su consulta para, presuntamente, grabar a sus pacientes en sus momentos de mayor intimidad. Violación del artículo 18.1 de la Constitución Española. Y el último, con la detención del psicólogo argentino Jorge Corsi, responsable de una cátedra universitaria sobre violencia familiar, por ser el presunto líder de una banda que organizaba orgías con menores, las filmaba, y las publicaba en Internet. Delito del delito en caso de probarse las imputaciones. Indigerible para las entendederas de los que gozamos de un mínimum de cordura. Crueldad de la crueldad. Extremos que, al fin y al cabo, nos acercan a lo más próximo: la necesidad de una postura contestataria ante la imposibilidad de caminar por la vida sin ser grabados. Cámaras en bancos y oficinas, en tiendas y supermercados, en metro y trenes, en parkings y garajes, en azoteas y calles, en museos e instituciones oficiales, en centros de estudio y ocio, en móviles y terminales multifunciones de última tecnología… ¿Dónde no? Encantado quizás hubiera estado Mark, el protagonista de My Wife´s Tempter, de Fitz- James O´Brien, si hubiera podido recurrir a cualquiera de estos métodos de espionaje en su ardua tarea por conocer el contenido de las conversaciones que su esposa mantenía con su amigo Hammond Brake. Pero yo, en defensa de un individuo libre, ni lo estaría ni lo estoy. No me entusiasma la idea de que seamos actores profesionales de un discurso fílmico que versa sobre nuestra propia cinética. De un discurso del que sólo se salvan nuestras degluciones y ventosidades. No me queda sino dar un escaso margen de flexibilidad a mi postura en beneficio de otros principios tan importantes como el de la seguridad ciudadana. Mas no olvidaré aquella cita célebre de Ortega y Gasset que decía que “lo que llamamos nuestra intimidad no es sino nuestro imaginario mundo, el de nuestras ideas”. Qué razón tenía. Javier de Matrice.
domingo, 27 de julio de 2008
OBSERVADOS
Dejando de lado la evolución tecnológica y el empleo constructivo de la imagen, ya estudiados por investigadores y técnicos de marketing, estos días la información social la vienen protagonizado la vileza y despropósitos de algunos trabajos videográficos realizados por particulares. Noticiados la pasada semana por su ajusticiamiento o alumbramiento, el más importante de ellos está relacionado con la sanción impuesta por la Agencia Española de Protección de Datos a la Asociación Nuevos Vecinos de Montera por grabar y difundir por Internet imágenes de transeúntes -sin su consentimiento- en su empeño por denunciar la degradación de su barrio y la explotación sexual en esta céntrica zona de Madrid. Multa de 601 euros por cometer una infracción grave del artículo 6 de la Ley Orgánica de Protección de Datos. Otro está relacionado con la detención en Barcelona de un médico que escondía una cámara web tras un radiador del servicio de su consulta para, presuntamente, grabar a sus pacientes en sus momentos de mayor intimidad. Violación del artículo 18.1 de la Constitución Española. Y el último, con la detención del psicólogo argentino Jorge Corsi, responsable de una cátedra universitaria sobre violencia familiar, por ser el presunto líder de una banda que organizaba orgías con menores, las filmaba, y las publicaba en Internet. Delito del delito en caso de probarse las imputaciones. Indigerible para las entendederas de los que gozamos de un mínimum de cordura. Crueldad de la crueldad. Extremos que, al fin y al cabo, nos acercan a lo más próximo: la necesidad de una postura contestataria ante la imposibilidad de caminar por la vida sin ser grabados. Cámaras en bancos y oficinas, en tiendas y supermercados, en metro y trenes, en parkings y garajes, en azoteas y calles, en museos e instituciones oficiales, en centros de estudio y ocio, en móviles y terminales multifunciones de última tecnología… ¿Dónde no? Encantado quizás hubiera estado Mark, el protagonista de My Wife´s Tempter, de Fitz- James O´Brien, si hubiera podido recurrir a cualquiera de estos métodos de espionaje en su ardua tarea por conocer el contenido de las conversaciones que su esposa mantenía con su amigo Hammond Brake. Pero yo, en defensa de un individuo libre, ni lo estaría ni lo estoy. No me entusiasma la idea de que seamos actores profesionales de un discurso fílmico que versa sobre nuestra propia cinética. De un discurso del que sólo se salvan nuestras degluciones y ventosidades. No me queda sino dar un escaso margen de flexibilidad a mi postura en beneficio de otros principios tan importantes como el de la seguridad ciudadana. Mas no olvidaré aquella cita célebre de Ortega y Gasset que decía que “lo que llamamos nuestra intimidad no es sino nuestro imaginario mundo, el de nuestras ideas”. Qué razón tenía. Javier de Matrice.
domingo, 20 de julio de 2008
DUDOSAS 24 HORAS
La intransigencia de la cotidianidad impuesta es, con acritud, uno de los mayores misterios de nuestra vida en sociedad. En ocasiones engangrenamos nuestros dedos llamando a puertas que nunca se abren. O quemamos timbres cada vez más sofisticados. Pero no caemos en la idea de que su apertura depende de otros. O de la trivialidad del destino. Por mucho que buceemos por el fondo del mar bajo el compás armónico de aquellas corrientes generadas por el matarile chimpón, es posible que nunca encontremos aquellas llaves tan ansiosamente buscadas por nuestros abuelos durante su infancia.
En el área del análisis político ocurre otro tanto de lo mismo. Normalmente pasamos nuestras neuronas por la fondue del nihilismo televisivo y sólo hallamos las cábalas que nos quieren vender. Hasta que un golpe de suerte nos descubre la verdad.
Es precisamente esto lo que me ocurrió el pasado 17 de julio al ser invitado al preestreno de Eskalofrío, la última película de Isidro Ortiz. Santi, el personaje al que da vida el actor Junio Valverde, me hizo comprender la necesidad de
No veía antes la utilidad de que las tiendas pudieran abrir las 24 horas al día de lunes a sábado. Por encima de los fundamentos de la nueva ley - mayor competencia, generación de empleo, menos inflación y mejoras en conciliación de la vida familiar y laboral de los consumidores, entre otros - sólo alcanzaba a ver la deshumanización del trabajador. De lo contrario, ¿dónde quedaría la dignidad y la valoración o reconocimiento que se merece el obrero?
Clara se configura la situación laboral de los dependientes de comercios con la medida aprobada en asamblea el pasado 19 de junio (con el voto en contra de socialistas e IU) y en vigor desde el 12 de julio: reajuste de horarios con turnos probablemente tortuosos y geminados, y dificultades de los empleados para regresar a casa en transporte público. Por no hablar de perjuicios más serios como la dificultad que éstos tendrán para compatibilizar trabajo y responsabilidades domésticas, o el gran número de pequeños comerciantes que se verán aplastados por la nueva norma si las grandes cadenas le dan viabilidad práctica.
Por el momento sólo Carrefour ha decidido abrir sus puertas hasta las 23 horas- con septiembre como fecha límite- . Lógica postura. Es razonable que hipermercados y grandes complejos comerciales se muestren reticentes a la hora de dar un paso adelante en la praxis de la norma. Ya dijo en su momento Eurípides que “una buena costumbre es más fuerte que una ley”. Considero tarea dificultosa la posibilidad de pretender que nos desprendamos de una tradición que se traduciría en millones de toneladas si pasase por la métrica neta de cualquier balanza: el descanso nocturno. Me cuesta imaginarme a centenares de consumidores empujando carros llenos de comestibles a las cuatro de la noche. Del mismo modo, me mostraría agnóstico si me dijeran que, a partir de hoy, miles de murciélagos pulularán todos los días a las tres de la tarde por el parque del Retiro de Madrid. Va contra natura.
La nueva Ley de Modernización del Comercio la veo más propia de la ficción cinematográfica que de la realidad. Me resultaría menos extraña o fantasiosa en filmes de terror o de suspense. Al menos así lo quiero creer. No me gustaría respirar el temor social de cajeros y dependientes a la aparición en sus comercios de psicópatas como Anton Chigurh, el personaje interpretado por el oscarizado Javier Bardem en No es país para viejos.
Tan presuntuosa e ilusoria me parece la nueva ley, que no llego a entender su perfil paradójico. ¿No aumentaría con creces el consumo energético si los grandes comercios decidieran sacar provecho de la norma? ¿No ocupa acaso un lugar importante en la agenda política el ahorro de energía y la conservación del medio ambiente? ¿Cómo nos harán creer a partir de ahora la importancia de retrasar o adelantar una hora nuestros relojes como medida de economización energética si los políticos no predican con el ejemplo? Javier de Matrice.
domingo, 6 de julio de 2008
¿HUMANOS O ANIMALES?
Siglas de la altanería. Iniciales que quitan espinas al cactus de la vulgaridad. Pero el empleo de DPM, a pesar de su gran resonancia e impacto en los espacios de la correcta educación, es idóneo para remarcar nuestra alegría ante el ejercicio de la justicia. Muy certero su uso cuando descubrimos que los maltratadotes de animales reciben al fin su castigo. Cuando se condena a aquellas bestias que torturan a seres que no pueden verbalizar el miedo o desprecio a su verdugo, y que, si pudieran, lo harían probablemente con otras siglas que les gustarían mucho más a mis paisanas pokeras: HDP.
No recurriré a estas siglas para referirme a los que maltratan a animales. No es mi estilo. Pero sí les llamaré insensibles e inhumanos. A todos. Entre ellos, al grupo de jóvenes de Córdoba que hace poco rociaron con alquitrán a una perra con el fin de quemarla viva. Al hombre que hasta finales de mayo mantuvo atados a bidones a sus 50 perros en una finca de Lérida. Alimentados precariamente e inmovilizados por cuerdas de poco más de un metro de longitud. Al hombre que hace meses apaleó en Barcelona a la gata de su vecina hasta dejarla en la agonía. A los perversos que accedieron a las instalaciones de la protectora de animales de Carcaixent (Valencia) y agredieron a una mastina introduciéndole frutas por el ano - el animal murió tras ser sometido a diversas torturas-. Al hombre que hace poco desgarró también el recto de una yegua tras atarla, pegarla y abusar sexualmente de ella. A aquellos caprichosos que enjaulan y hacen penar a animales salvajes por puro excentricismo. Y, cómo no, a los dueños de los cerca de 300.000 perros y gatos que son abandonados cada año en nuestro país.
Mi regocijo lo alcanzo al ver que nuestra justicia se toma en serio las crueldades de estos despiadados: tres meses de prisión y una indemnización de 600 euros para el hombre que mató en Barcelona a la gata de su vecina. Condena de 12 euros diarios durante un mes a un hombre que lanzó tres gatos por la ventanilla de su coche (sólo sobrevivió uno). 900 euros de multa a cinco obreros de Ciempozuelos por matar a palos a dos felinos callejeros y provocar heridas a otros. Una condena de casi 500 euros a un hombre que provocó en Madrid varias lesiones a dos gatos con su escopeta de aire comprimido. Y varios jóvenes imputados ante el Seprona por matar supuestamente a otros siete en Talavera.
Recordemos que protectoras como El Refugio recibieron el año pasado una media diaria de 129 avisos relacionados con el maltrato y abandono de animales. Si a esto le sumamos que aproximadamente 200.000 perros y gatos mueren anualmente por accidentes y que, según la asociación
La creación de protectoras, las campañas contra los malos tratos y abandono de mascotas, las empresas a favor de la esterilización planificada, y los concursos de animales para el recaudo de fondos son pasos congénitos de los amantes de canes, gatos u otros animales de compañía. Pero el potencial de la concienciación social se encuentra en la revisión de las leyes y en el endurecimiento de las resoluciones punitivas. Se hace necesaria una actualización extremadamente moralizadora del artículo 337 del Código Penal. Si no, seguirán sufriendo los débiles. Los que son fieles. Aquellos que no guardan rencor.
Según Charles A. Dana, “el que un perro haya mordido a un hombre no es noticia. Una noticia es que un hombre haya mordido a su perro”. He aquí el problema: no cesan las noticias. El hombre "desgarra" con su dentadura la vísceras del perro y lo que no es perro. Por ello, la labor permanente del amante de los animales ha de ser la denuncia jurídica y social. Aunque sea nuestro vecino el responsable de las atrocidades. Es nuestro deber. Javier de Matrice
SOBRE MÍ
