Termina el Ramadán para los cerca de 200.000 musulmanes que residen en la Comunidad de Madrid. 1.300 millones de fieles al Islam ven cerca ya el fin de lo que algunos sólo consideran, por su ignorancia, un periodo de trece horas de ayuno. Pero el noveno mes del calendario lunar musulmán es, más allá de la abstinencia de sus seguidores a comer, beber (agua incluida) o mantener relaciones sexuales durante el día, un periodo de purificación física y espiritual. Una cita anual con los mandatos coránicos (Ázora de La Vaca, 187) en la que el propio cuerpo entiende -mediante sus propias carnes- la escasez y padecimientos del pobre. La necesidad, en definitiva, de ayudar al más necesitado. En ocasiones tildamos de sacrificio lo que para algunos es fe, y no caemos en la cuenta de la sobredosis de turrón, polvorones y roscón que los cristianos nos filtramos en vena a finales y principios de año. ¿Nos hemos olvidado acaso de que somos nosotros los que en Navidades pecamos a la contra en nuestras mesas? Sí. Aunque cueste creerlo, el sacrificio es nuestro. Basta con comprobar el número de matriculados en gimnasios a primeros de año para darnos cuenta de lo arrepentidos que estamos de los atracones que nos damos en compañía de pastores y peces que se alcoholizan en el río. De que la solución a nuestros kilos de más es sudar sobre cintas interminables que robotizan nuestros andares. Pero, alejándonos de cuestiones aeróbicas propias de mentes afligidas -dicho con admiración-, en lo que sí coinciden las viandas festivas de musulmanes y cristianos es en su carga energética y lipídica. El azúcar, pues, aparece aquí como uno de los muchos nexos de unión entre estas dos religiones. Pese a que algunos lo puedan pensar, no sólo lo es Zapatero, que, como aquéllos ya informaron, rompió el ayuno musulmán el pasado 15 de septiembre en Turquía. Con Erdogan -primer ministro turco- como compañero de asiento. La convivencia y amistad entre la comunidad islámica y cristiana (inclúyanse aquí los ateos españoles) es tal, que algunos comensales musulmanes residentes en Madrid ya han incorporado a su
iftar (cena o ruptura nocturna de la abstinencia alimenticia) productos típicos de nuestro país como la paella o la tortilla de patata. Pero, ¿hemos cocinado nosotros –y hecho nuestro- algún plato típico del Ramadán? ¿Sabemos con qué alimentos rompen su ayuno los seguidores de Alá?
Celosía Digital se ha desplazado a varios restaurantes y pastelerías marroquíes de Madrid para conocer de primera mano los platos con los que los musulmanes festejan su mes sagrado:
Dátiles. Con ellos se rompe tradicionalmente el ayuno. Son altos en calorías y bajos en proteínas. Son un excelente reconstituyente tras un esfuerzo físico notable.
Chebakia. Es el dulce típico del mes. Tiene un sabor bastante parecido a nuestro pestiño y contiene mucho azúcar. Se cocina con harina de repostería, manteca derretida, agua de azahar, esencia de vainilla, leche, sal, vinagre blanco y miel. Su sabor enamora y hace repetir al que lo prueba.
Harira. Básica para romper el ayuno realizado durante el día. Sus ingredientes: garbanzos, carne troceada (de ternera o cordero), cebolla, pimienta, azafrán, tomate, perejil, harina, cilantro y sal.
Torta de harina o raif. Se suelen tomar con miel, mantequilla o queso.
Pitas rellenas. Las hay de carne picada y de pollo. Sus otros condimentos: dátiles, zanahorias, aceitunas, pimiento, etc.

Flan. Es muy común tomarlo en el
Iftar por ser muy digestivo.
Platos preparados para el
Iftar de un restaurante. Contienen huevo cocido, dátiles y
chebakia. Restaurante
Al Jazeera de Fuenlabrada ( Madrid).
Empanadas de pollo, gamba y carne picada. El plato ideal para saciar el hambre acumulada a lo largo de las trece horas de ayuno, este año quizás más duras dado que el mes sagrado musulmán comenzó el 1 de septiembre, días en los que en nuestro país todavía perduran las altas temperaturas.

En la imagen,
dulces típicos marroquíes. Durante el Ramadán se suelen acompañar con agua, zumos o refrescos.
>>Traducción del título del artículo: “Que todo el año te vaya bien”. Frase que algunos musulmanes se suelen decir en la fiesta de
`Id al- Fitr o celebración del final del ayuno.
Por una convivencia bajo los principios de la tolerancia,
Javier de Matrice.