domingo, 26 de octubre de 2008

DEPONER SOBRE LA HISTORIA

Puede uno ser partidario de un sistema político u otro. O teñir su ideario de color rojo o azul. Pero la calvicie está ahí. Y, como reza el dicho español, al pan, pan, y al vino, vino. Lamentable me pareció la reconstrucción del teatro de Sagunto. Bárbara también la quema de santos por parte del bando republicano durante la Guerra Civil. ¿Qué etiqueta dar, pues, al derribo de la antigua cárcel de Carabanchel? La de crimen histórico. Ni cúpula dejan. Las excavadoras están acabando con todo un manantial de historia contemporánea. Con un centro del que emanaba el recuerdo más visual de la represión franquista. Con un penal levantado a base de llantos. De gritos provenientes del trabajo forzoso de los años 40. Adiós a las paredes que albergaron la esperanza de libertad de cerca de 40.000 presos republicanos. Adiós al palomar, la galería ocupada por los homosexuales que sufrieron la humillación y castigo de la dictadura. Adiós a un panóptico de gran interés arquitectónico. A una cúpula -la segunda más grande de la capital por detrás de la de la iglesia de San Francisco el Grande- cuya conservación creía viable el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Hasta nunca a la historia viva. ¿No fue ya suficiente el derribo de la Cárcel Real y La Modelo, destruidas respectivamente en el S. XIX y Guerra Civil para construir en su lugar el Palacio de Santa Cruz y el Ministerio del Aire? No cabe duda: Madrid parece divertirse pisoteando y descuartizando testigos mobiliarios del pasado. Parece amar el recuerdo mediante la confección de carteles de calle. Ideal –dicho con ironía- para fomentar el turismo. Confiaba en que la sensatez de Izquierda Unida, el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, el Defensor del Pueblo, y los vecinos de Aluche y Carabanchel serían extensibles a los distintos gobiernos. En que el Arte y los bienes de interés cultural e histórico serían siempre, en la medida de lo posible, algo orgánico. Pero ya no hay remedio. Se le ha negado el indulto a aquellos muros que durante 55 años fueron el oído que más tiempo y dedicación prestó a los reos que a su vez enjaulaba. A aquellos ventanales que, en su momento, sólo eran un mar de brazos que intentaban comunicarse con el ala de enfrente. La historia de la cárcel de Estremera (Madrid VII) la escribirán sus presos. Pero la de Carabanchel ya estaba escrita antes de que se abrieran y cerrasen diariamente los cerrojos de sus celdas. Antes de que en abril de 1982 sus funcionarios descubriesen el comienzo un túnel por el que pretendían escaparse algunos presos de ETA (duchas de la tercera galería). Antes de que en 1983 comenzaran los primeros vis a vis. Antes de las miles de historias que protagonizaron hasta 1999 los millares de ajusticiados por la Ley y el dedo del dictador Francisco Franco. Sí, ya no hay remedio. Sólo quedarán un Centro de Estudios e Investigación de la Memoria Democrática, un monumento en honor a las víctimas de la represión, y nombres en las calles de luchadores por la libertad. Escritos y ornamentos. Eso es. Grafismos y, cómo no, bienes inmuebles: 650 viviendas, de las que sólo el 30% serán de protección oficial, y un hospital para cuya construcción sólo se cederán 40.000 metros cuadrados –recordemos que el solar del presidio es de 170.000-. Pero estos planes podrían convertirse en papel mojado -aunque muy difícilmente- si nos aferramos con uñas y dientes a nuestra ética crítica. Siempre y cuando nos manifestemos de la mano de los integrantes de la plataforma por la memoria histórica, componentes que desde ahora lucharán para que sobre los terrenos de la cárcel se construya un hospital a la altura de las necesidades de Carabanchel y distritos cercanos, una residencia para la tercera edad, y equipamientos universitarios. Algo lógico y defendible. Como justa sería también la colocación de una placa que recuerde la barbarie de esta demolición. Esta pequeña puñalada a la Historia de España y de Madrid. Por Javier de Matrice.

domingo, 19 de octubre de 2008

REYES

La desatención es otro de los sombríos colores del maltrato humano. Más aún cuando se muerde la mano de quienes un día nos facilitaron el sustento. Maldita la desgana de aquellos mal llamados “profesionales” que se “autoamputan” las raíces de su sensibilidad en vez de abonar las semillas del bienestar de nuestros mayores. De aquellos que de pequeños nos desgastaban los carrillos con el marmoteo de sus besos. De aquellos que con sus nanas nos enseñaron a amar el mundo de lo onírico. De aquellos que, siendo nosotros un manojo de ambiciones y desconocimiento del deber, nos daban a escondidas un duro gordo que habíamos de meter en nuestra hucha. Y no en la del tendero de los polos de menta. Bonitos recuerdos los que cosecharon la dedicación y paciencia de aquellos canosos compañeros de juego. ¿Y así se lo pagan algunos? Malas noticias las del pasado 15 de octubre, día en que se hicieron públicas las denuncias a una residencia de Alcorcón por la presunta desatención a dos de sus residentes. Supuestas negligencias que acabaron con la muerte de una de ellas, de 86 años, y con el pie engangrenado de otra, también octogenaria. Inaudito que esto ocurra en centros especializados. Y anecdótico que ocurra en las mismas fechas en las que una editorial asiática publica un diccionario que muestra las diez mil formas de escribir en chino mandarín el término “longevidad”. Aprecio socializado en tierras orientales y soledad acuciante en un país como el nuestro. ¿En esto se diferencia ser anciano en uno u otro lugar? Me alumbra en mi particular búsqueda de una respuesta Antonio Ortiz López, colaborador de El Periódico del Común de La Mancha – en su artículo Jubilación, ¿sinónimo de vejez? (del 18 al 31 de julio de 2008)-, cuando leo una de sus sabias reflexiones: “Envejecer no es sólo una cuestión fisiológica ligada al paso del tiempo. Si así fuera, se consideraría vieja a una persona al alcanzar cierta edad en todas las partes del mundo. Y esto no es así. En Transcaucasia, por ejemplo, una persona es joven mientras no ha cumplido los ¡noventa años!”, apuntaba Ortiz. Es entonces cuando me rió yo así, con lágrimas en los ojos, de los xenófobos. ¡Cuánto hay que aprender de nuestros vecinos más lejanos!, me digo mientras escucho Romance a El Abuelo ( V. Martín- M. Espinosa),un tema muy flamenco interpretado por el cantaor Nicolás Luengo. “Nunca mira adonde pisa y lo que ensucia el abuelo./Cuando se peina en el baño, /todo lo infecta de pelo./ Cuando se peina en el baño,/ todo lo infecta de pelo./ En la mesa, /cuando come, /todo nos parece feo./¡ Ay que ver el ruido que hace!/¡ Y hasta come con los dedos!/Nos cuenta cada batalla,/ que nadie puede creerlo./ Del hambre que ha pasado y otros miles de recuerdos./ Pero a él nadie le escucha./¡ Vaya rollo del abuelo!/ Y sólo espera un beso/ o una caricia, al paso. /Alguien que diga: /” Abuelo, ¿qué tal vas de tu reúma?/ ¡Qué brillante está tu pelo!/ Sólo un poco de cariño que refresque sus recuerdos. /Y sólo oye en murmullos, / sufriendo en su silencio:/ “¡Ya estoy harto de él! / ¡Hay que llevarse al abuelo!”./ Si es por su bien. /Coge las cosas del suelo. / Como ya está tan torpe /y en sus ojos hay un velo, /cualquier día se nos cae. /Y lo peor será luego. / Hay algunas residencias que cobran un buen dinero. /Arrimando algo a su paga, /nos libramos del abuelo... /Y cuando sale a la calle/ o cuando va de paseo/ todito el mundo le engaña. / ¡Pues que salga sin dinero!...”/ Y unos ojos expectantes,/ de un chaval que es su nieto,/ con timidez dice al padre…:/ “Quiero hablar contigo luego”./ “Dime ahora lo que quieras,/ para qué esperar a luego”./ Con pena mira a su padre,…/que ya le blanquea su pelo./ “Padre, no quiero que te enfades,/ pero escúchame ./ Te lo ruego./ Si te llevas a tu padre, /ese hombre que es mi abuelo,/ yo quiero ir también contigo para aprenderme el trayecto./ Porque dentro de unos años también estarás tú viejo./ Y a la misma residencia, /si no nos llega el dinero, /aunque lo arrime a tu paga, /allí te llevaré yo luego. /Para seguir yo tu ejemplo, /haciendo lo que tú has hecho. /Porque dentro de unos años, / cuando sea blanco tu pelo, / yo tendré en casa unos hijos, /hijos que serán tus nietos. /Y en la casa que yo viva no habrá sitio para el abuelo. /Porque lo ensuciarás todo/ y comerás con los dedos. /Harás ruido al comer/ y te mandaré de paseo. / Y para que no te engañen, / tú pasearas sin dinero. / Tú iras a la residencia/ porque haré lo que ahora veo. /Y lo mismo harán mis hijos/ cuando llegue a ser abuelo”. / El padre, de su bolsillo, lento se sacó el pañuelo.../ Enmudeció su garganta/y llorando dijo luego: / ”¡Vaya lección que me has dado!/¡ De aquí no se va el abuelo!/ No ensucia tanto la casa./ Y si come con los dedos/ es porque no tiene dientes./ Ya no lo veo tan feo./ Yo no creo que haya gente que quiera engañar al abuelo./ Le daré algunas perrillas/para que te compre un tebeo… /En mi casa desde ahora,/ lo mejor para el abuelo. /Que todo se lo merece/ porque luchó sin desvelo. ../Y si tuviera yo un trono, /sería para el abuelo. /Porque todo lo que soy, /sólo a él yo se lo debo. /Y las lecciones de niño/ vivirán siempre en mi recuerdo…”, canta Luengo mientras mi abuela me hace carantoñas, siempre despierta a mi vera. Qué moraleja. Por vosotros, abuelos del mundo. Javier de Matrice.

lunes, 13 de octubre de 2008

HUMOS DE AYER

Como dos hula hops gobernados por lo estático se han quedado mis ojos al ver la facilidad con la que habitualmente se compara el pasado con la absoluta ignorancia o plena desinformación. Durante estos días esta equívoca asociación ha rodado por mi cabeza como en muchos otros momentos distintos y multiformes aros lo han venido haciendo con asiduidad. Y con absoluta dedicación, claro está. El motivo: el intento frustrado de un valenciano de 75 años de hacer responsable al Estado del cáncer de laringe que padece. ¿Es razonable que un ciudadano que toma libremente una decisión –recordemos que nunca le fue impuesto el hábito de fumar-solicite una indemnización de 300.000 euros a una institución que todos conformamos con nuestros deberes económicos, incluidos aquellos que durante muchos años sí que hemos tenido que respirar a la fuerza los malos humos –en sentido literal y metafórico- de algún que otro maleducado suelto? Si la Audiencia Nacional hubiese dado la razón a este ciudadano en su interesado argumento, ¿no es cierto que se habría creado una jurisprudencia en favor de aquellos potenciales enfermos de cáncer que, en un futuro inmediato, pudieran también solicitar al ministerio de Economía idénticas responsabilidades alegando que hace decenas de lustros frecuentaban determinados bares y tabernas sin saber que el humo que sus compañeros exhalaban era extremadamente nocivo para su salud? Atrevido por mi parte sería cuestionar si el demandante conocía o no los efectos negativos de la nicotina en una época en la que no abundaban las ahora tan rentables para el Estado campañas anti tabaco. Recordemos que un reciente estudio realizado por la Universidad de California revela que por cada dólar invertido en 15 años de lucha contra el tabaco, los ciudadanos y las instituciones que nos representan nos hemos ahorrado 50. Lo que sí puedo decir con certeza es que la respuesta habitual que escucho de boca de aquellos octogenarios que he podido encontrar estos días en los cafés a los que ocasional o aleatoriamente he acudido es un “se sabía que (el tabaco) bueno no era”. Entra aquí pues en escena el eje dinamizador de mi reflexión. ¿No contribuyen situaciones como éstas a alimentar la errónea idea de que el pasado es sinónimo de desconocimiento y obscurantismo? Perplejos se quedarán quienes disientan de mi propósito cuando, si les es posible, acudan a la exposición que hasta el 18 de enero de 2009 acoge CaixaForum: Príncipes etruscos. Entre Oriente y Occidente. Es entonces cuando descubrirán lo mucho que se conocía hace más de 2.500 años y lo poco que hemos avanzado en el plano artístico y cultural. Probablemente se reirían los habitantes de este antiguo pueblo de las fatalistas justificaciones de nuestras generaciones pasadas más próximas. Aunque parezca anecdótico aludir a ello, hay que decir que infinidad de reliquias que alberga la muestra, entre ellas una cantimplora de finales del siglo VII a.C. -sorprendente por su perfección-, dos cálices del S. VII a.C. idénticos a los que hoy se emplean en las ceremonias religiosas católicas, un brasero de Vulci del s. IV a.C. que poco se diferencia de los que hasta ayer empleaban nuestras abuelas, un colador de Bolsena del año 330 a.C. similar en detalles y forma a los que usamos a diario en nuestras tareas domésticas, candelabros, joyas y muchas obras de artesanía –ánforas, por ejemplo- trabajadas con las técnicas más exquisitas, reprocharán al visitante desde sus vitrinas que la sociedad actual se haya agenciado el título de la creación e innovación. Pondrán en evidencia que sólo hemos descubierto Internet y avanzado enormemente en Salud y derechos( afortunadamente, todo hay que decirlo). Sólo entonces, y con un mínimo conocimiento de la historia de la Humanidad, los más presuntuosos comprenderán que el Ayer no significa ceguera , y que los años no justifican la ignorancia. Deberíamos dejar de recurrir a trémulas situaciones del pasado para tapiar peligros que hemos consentido. ¿Demandarán también al Estado los familiares de las 16.000 personas que murieron en España en el 2007 debido a la contaminación del aire? ¿No es éste también un riesgo que cuenta con nuestro visto bueno? ¿No es la emisión del dióxido de nitrógeno que expulsa el coche de todo españolito uno de los principales contaminantes atmosféricos de nuestro país? Javier de Matrice.

SOBRE MÍ

SOBRE MÍ

EN TERCERA

Javier G. Cobo, nombre real de Javier de Matrice, nació en Madrid en 1982. Periodista digital y Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid (2000-2005), ha sido becario de realización en Telemadrid y ha trabajado como redactor/presentador en Localia Fuenlabrada Televisión (2006). Su experiencia en radio pasa por la redacción/locución de los Servicios Informativos de Radio Complutense -107,5 FM- (2000-2004) y por la realización de crónicas y cuñas puntuales para Cadena Ser Madrid Sur. Es también diplomado en Arte Dramático por Metrópolis c.e. , y ha sido dirigido en teatro por Tina Sainz (preproducción de Nuestra Ciudad, 2004), Pilar Vicente (La tienda de los horrores, 2009), P. Moraelche (Bésame, tonto, 2010), Javier Delgado (El enfermo imaginario, 2011), Patricia Chávarri (El Rey Sol, 2012) y Alfonso Gómez (¡Usted es Ortiz!, 2013). Es asimismo autor de Los calostros de la Gachosa (teatro breve). En televisión ha colaborado como actor en programas como Cyberclub, La Nuestra o Sucedió en Madrid (Telemadrid, 2005). Actuaciones en cine [cortometrajes]: Así fue (Julia Gangutia, 2013), Ni siquiera Descartes (Trinidad Sánchez y Daniel Lavín González, 2013), Nada sin mí (Rodrigo Delgado y Jorge Escudero, 2013) y Extraterrestres generosos (Trinidad Sánchez, 2013). Actuaciones en web series: Sayón (The Executioner), dirigida por George Karja (2013-2014).
Contacto: javierdematrice@gmail.com