domingo, 24 de marzo de 2013

SIMPLE PASTO



Veo ya por las farolas de mi ciudad carteles que anuncian la campaña anual antirrábica para perros y gatos. Qué lástima no poderme vacunar yo también. Sería el mejor babero para la espumilla que comienza a aflorar por mis boceras, y no precisamente como homenaje a mi parienta la del polen. Polémicas. Como ven, todo empieza igual cuando se trata de generar una reacción. ¿Vuelta con la burra al trigo sin ser aún época de siega? Ésta es la mía cuando cotejo con imágenes  las críticas que ha recibido el vídeo con rúbrica de James Lima para la revista británica Love Magazine. Modelos que interpretan papeles de prostituta son de nuevo motivo de escándalo por vestir con glamur el maniquí del drama. Manido. De nuevo dos palabras con empiece idéntico: “man”. Casualidades idiomáticas, que no sexismo. Problema de trilla, de ahí mi enfado con baba vírica. ¿Es que aún no se han dado cuenta de que el espectador sabe separar perfectamente el grano de la paja? Esta labor de labriego ya la tenemos más que superada con Holly Golightly y Vivian Ward, personajes principales de Desayuno con diamantes y Pretty Woman respectivamente. Cada una con diferente grado de explicitud. ¿Que preocupan las salpicaduras sobre la psique y la conducta? El conteo escrupuloso de las torturadoras reposiciones del film de la Roberts. Ésa es la única contraindicación. O un buen achuchón a tu gato tras ver la secuencia de la lluvia de la cinta protagonizada por Audrey Hepburn. No hay más. In cordura veritas. Dèjá vu si recordamos las quejas de muchos valencianos y algún que otro estambre institucional por la emisión de programas que dañan –según ellos- la imagen de lo autóctono al mostrar en tierras levantinas a lo mejorcito de nuestra juventud. Gramíneas para el alérgico, en eso estamos de acuerdo. Pero la raíz del cardo, la misma. Debemos confiar en la inteligencia psicosociológica del consumidor de imágenes, sabedor innato de la diferencia entre show y realidad desde las primeras pataletas de su infancia. Asimismo, respetar los cuatro dedos de frente de cualquier lector. ¿Es merecedor de titular en un medio nacional serio el hecho de que el Papa Francisco llame personalmente a su dentista para anular su cita? Hagan publicidad de su sencillez de otra manera. Sin insultarme. Me cuesta tragar por lo que veo. Otro síntoma de la rabia. ¿Por qué para mí no, señor veterinario? Javier de Matrice.

domingo, 17 de marzo de 2013

RITUALES DE ACABOSE



La mensajería instantánea que nos brinda la red de datos en nuestros teléfonos móviles a veces me hace ulular. No es que sea filático, sino que el cordero bala y el búho ulula.  “Si lo borras o ignoras, te irá mal de dinero y amor. Nunca digas no puedo”. “¡Buuh!”, respondo. “Si cortas la cadena, el refrán puede cumplirse pero al revés… Tienes que enviarlo a ocho personitas que quieras mucho”. “¡Buuh!” –con mis ojos en blanco y echando mi cabeza hacia atrás-. “Pásalo a seis amigos y en cuatro días recibirás dinero. Si lo borras, te irá mal. Ten fe y no preguntes”. “B…enditos cojones”, responderían muchos que yo me sé. Nunca creí en supersticiones, las vendan como cultura de ancestros, medicina de autoconfianza o filias de lo obsesivo-compulsivo. “Eso da mala suerte. Así acuden fantasmas”, recuerda Linda a Carey en el filme La novia de  junio cuando el periodista menea una mecedora sin sentarse en ella. Por no hablar de la suerte como filosofía de vida en Intacto. O de las manzanas como amuleto digerible de Dave en Un gánster para un milagro. Temores o esperanza de éxito que nunca me convencieron por aquello de que sólo confío la tutela de mi permanencia al rumbo de mi empeño, a mi salud y a la eficacia de la política. Sin tener que culpar al gato negro que se me cruce o a las tijeras que la física pueda abrir por principio al impactar sobre el suelo de mi casa. Miento en parte. A veces me sirvo de la superstición para justificar mi torpeza. Valga como ejemplo el resbalón que días atrás di en un vagón de metro, al que le siguió un balanceo poco discreto del banco en el que me senté al llegar a la escuela a la que me dirigía. Por poco, todo ángulo recto de mi cuerpo opaco a la indiferencia del que pudiera pasar. “Hoy me ha mirado un tuerto”, balbuceé aparentando normalidad a la vez que me perdonaba a mí mismo por la estúpida alusión. Sólo eso. Y hablando de ojos, el turco que me regalaron hace años y que llevo en mi bolsillo junto a mis llaves a modo de agradecimiento. Porque cualquier otro ritual sólo risas gavioteras me genera. Mátenme antes si tengo que creerme que se volverá loco quien asiduamente se corte las uñas por la noche. Que le saldrán golondrinos en las axilas si mata golondrinas o rompe sus nidos. O que si cose una pluma de cisne en la almohada de su marido, éste no le pondrá los cuernos. ¿Qué emplee otro hilo para mi pespunte? Hasta más de mil millones de euros al año se calcula que nos hemos podido llegar a gastar los españoles en artes adivinatorias. No es del mismo color, pero sí de una tonalidad parecida. Espero que parte de ese parné lo inviertan sus recaudadores en tiestos grandes, porque la micción del desesperado me temo que siempre apuntará hacia fuera. Javier de Matrice.

domingo, 3 de marzo de 2013

DOBLE PEINETA PARA MÍ



Nos visten de bohemios y nos sueltan en rincones aislados de la pendencia y del alboroto. No sin antes pegarnos un pitillo entre pulgar y corazón para colocarnos en nuestra habitual embriaguez de reflexión, indignación o retrato. Escribanía del dictado propio que siempre me atrajo como oficio al verla en la gran pantalla. No sé si por el efecto calmante de las castañas que me tomaba cuando veía este tipo de películas, o por mi afán de comerme los mocos con categoría- que no como categoría-. El caso es que, infiel a mi sobredosis de ficción, decido bajarme a un bar de lo más común para conseguir un artículo con olor a calamar. Quiero evitar a toda costa el tufo a chorizo que irradia las noticias de mi televisor, ese que va en ristras con el “presunto” como cordón por eso de no acabar embutidos entre reja y reja. ¿Y qué me encuentro? Bebida de cola a secas. Rejos para los de al lado. Pero para mí, un trocito de limón avergonzado entre tres toscos cubos de hielo. Realmente no sé si es un cefalópodo lo que tienta como aperitivo el plato de mis simpáticos paisanos. Sin embargo, me pica cual medusa en salsa de chiles tener que ver viudo a mi refrigerio. Condenado por todo un merluzo a no poder flirtear con una simple aceituna. ¿Así trata al nuevo cliente? Anteayer acudí a una clase abierta de interpretación en la que los alumnos habían de desarrollar una historia a partir de una palabra. El acting consistía en una personal muestra escénica de términos como amor, odio, lujuria, inspiración, inseguridad o avaricia. ¿Cuál sería entonces la palabra que guiaría mi escrito? La que seguía el camarero era evidente. Había llevado a escena la palabra “ceporro” con la mejor de sus sonrisas. Sin duda, jamás volvería a ver cualquiera de sus funciones. ¡Voilà! Me lo estaban sirviendo en bandeja. “No hay hombre más infeliz que aquel para quien la indecisión se ha hecho costumbre”, afirmó en su día el ensayista alemán Heinrich Heine. El mendrugo era feliz por su decisión, quizás hecha rutina. ¿Sería eso lo que me fastidiaba? ¿O era mi envidia por la suerte de los otros parranderos? Doble ración de duda. Ésa era mi palabra. Algo parecido me ocurre cuando oigo hablar de las nuevas medidas del Gobierno de apoyo al joven emprendedor. No sé si lo que me indigesta es que les sirvan con decisión un tallo de paloduz para que intenten salir por su propia cuenta del fango del desempleo, o el hecho de que mis espolones me impidan ser beneficiario de dichas medidas. ¿Por qué mirar el diente al caballo cuando de lo que se trata es de generar empleo y riqueza? Me temo que ya no estoy dudando. ¿O sí lo hago al decir “me temo”? De cualquier modo, cero propinas. Javier de Matrice.

SOBRE MÍ

SOBRE MÍ

EN TERCERA

Javier G. Cobo, nombre real de Javier de Matrice, nació en Madrid en 1982. Periodista digital y Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid (2000-2005), ha sido becario de realización en Telemadrid y ha trabajado como redactor/presentador en Localia Fuenlabrada Televisión (2006). Su experiencia en radio pasa por la redacción/locución de los Servicios Informativos de Radio Complutense -107,5 FM- (2000-2004) y por la realización de crónicas y cuñas puntuales para Cadena Ser Madrid Sur. Es también diplomado en Arte Dramático por Metrópolis c.e. , y ha sido dirigido en teatro por Tina Sainz (preproducción de Nuestra Ciudad, 2004), Pilar Vicente (La tienda de los horrores, 2009), P. Moraelche (Bésame, tonto, 2010), Javier Delgado (El enfermo imaginario, 2011), Patricia Chávarri (El Rey Sol, 2012) y Alfonso Gómez (¡Usted es Ortiz!, 2013). Es asimismo autor de Los calostros de la Gachosa (teatro breve). En televisión ha colaborado como actor en programas como Cyberclub, La Nuestra o Sucedió en Madrid (Telemadrid, 2005). Actuaciones en cine [cortometrajes]: Así fue (Julia Gangutia, 2013), Ni siquiera Descartes (Trinidad Sánchez y Daniel Lavín González, 2013), Nada sin mí (Rodrigo Delgado y Jorge Escudero, 2013) y Extraterrestres generosos (Trinidad Sánchez, 2013). Actuaciones en web series: Sayón (The Executioner), dirigida por George Karja (2013-2014).
Contacto: javierdematrice@gmail.com