Sentada en una banqueta de cocina, le reía las gracias al
payaso sólo por compasión. Había coincidido con Rodrigo en otras fiestas y nada
de lo que hacía o decía le pillaba por sorpresa. Sabía asimismo que se
ofrecería a acompañarla a casa después de su actuación, pero le volvería a dar
calabazas. La vez que aceptó su propuesta pasó mucha vergüenza a causa de su
poca finura al andar. Su compañero tenía la mala costumbre de caminar
balanceando en exceso sus brazos, movimiento que le recordaba al de los
sembradores de trigo o alimentadores de gallinas. ¿Acaso la tomaba por ave de
corral? No iba muy desencaminada con su mofa, pensó. Realmente lo que iba a
hacer esa tarde era cacarearle un
cuento en inglés a la nieta de Maite y a sus cuatro amigas. Y lo haría
improvisando, pues estaba harta de cobrar su nómina sin el plus de idiomas. Ni
siquiera se había molestado en buscar un relato ya escrito. Cobraba una mierda
y sobre eso trataría su cuento: sobre las heces. En un principio bromeó con la
idea de regalar caquitas de plástico pinchadas en un palo a los padres de los
niños al estilo violetera, versionando en inglés la conocidísima canción de Sara
Montiel. “Ideal para un 15 de mayo”, le respondió Abel mientras se retorcía por
el suelo muerto de risa. Pero todo quedó en un momento de carcajadas y parodias
con su compañero de piso. Jamás representaría algo tan poco didáctico para unas
niñas. Hablaría de los excrementos de los animales desde la óptica de la
biología y la interacción entre especies. Contaría así la historia de Berna, un
joven saltamontes que quiere alcanzar la azotea de un gimnasio en ruinas para
entretener a su amigo Crete, raptado por una atípica alondra que ha anidado en
la ciudad y que lo tiene allí retenido para embuchárselo a sus futuras crías. Se
cruzará en su aventura con varios tipos
de insectos, entre ellos cuatro moscardones verdes que le proponen subirle dos
plantas a cambio de que Berna les parta de por vida las deposiciones secas de
perro que haya por los parques de la ciudad. Pero llegaba el momento de subirse
al palé y Ainhoa aún no había pensado en moraleja alguna. Terminaría el cuento
resaltando la importancia de la amistad, el amor o la lealtad. “¡Mucha
mierda!”, le dijo Rodrigo mientras se bajaba de las tablas. “Estás hecho un
brujo”, respondió ella hilarante al percatarse de su insospechado acierto. En ese mismo instante sonó una explosión y Ainhoa
se tiró al suelo. Entre gritos y mucho desconcierto volvió la cara y allí la
vio, sonriente y caminando hacia ellos. Laura, la hija mayor de Maite, al fin había
cumplido su promesa de hacer el gotelé de la cocina de arriba con la nata rosa
de la tarta de la niña, y para ello había empleado el trasero de Jenara, la
viuda de Paco, bien conocida en el pueblo por la propulsión desmesurada de sus
ventosidades. Javier de Matrice.
domingo, 12 de mayo de 2013
domingo, 5 de mayo de 2013
GACHOSERÍA INFINITA
Como el cobre primero,
rojo toro después.
¡Oh, sí, velero, así pena mi piel,
de cimas flotantes por gestos,
en lirios envuelta por besos,
al despedirme tal vez!
Llévame al mar de la esperanza.
Encadéname al rocío de su aliento.
Ver quiero lágrimas mías sobre su
aceite,
para en verde quemar su pecho.
Partan olas de alegría.
Partan brisas de placer.
Siembren cantos en campos;
¡que suenen flores en él!
Rosa afinada seré en sus manos,
malvas en sol sobre su olfato,
profundo aroma a flor de menta,
que en breve calmará sus... (Los calostros de la Gachosa, Javier de Matrice)
domingo, 28 de abril de 2013
MI FERIA, DOBLEMENTE ANTIGUA
Una mujer que pregunta al librero si tiene algún cuento de
Calleja. Otra que se apropia de Las
afueras de Dios, de Antonio Gala. Y otro que fija su mirada en la foto de un
libro sobre la Guerra Civil española. Psicología pura y dura. Volverá La vaquilla, pienso al verlo. Pero yo,
ni mu. A la XXXVII Feria del Libro Antiguo y de Ocasión sólo he venido a oler
-¡ja!- y a gastarme la peseta que semanas atrás me encontré en la calle. ¿Qué
podría yo comprarme si pudiera retroceder más de medio siglo las agujas de mi
reloj y ustedes obviaran el anacronismo que la moneda con la cara del Rey
otorga a mi propósito? Sigo viendo y me pierdo entre las voces, consciente de
que sin ellas lo rancio no sería tan dulce. Un caballero, pues, que pregunta
por Los Episodios nacionales mientras
otro de su quinta busca, chuleta en mano, libros de Luis Miranda. Tres
abuelitas que sonríen al ver las historietas de Roberto Alcázar y Pedrín. Una
mujer que recomienda a sus amigas Juan
Salvador Gaviota, de Richard Bach. Una pareja muy veterana que discute
sobre La Pepa. Repeinada finolis que disfruta analizando esbozos antiguos de
moda. Jóvenes que se detienen a hojear Las
aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, Un hombre en la oscuridad, de Paul
Auster, El avaro, de Molière, o Los sucesivos, de Guillermo de Ockham. Y
de nuevo… la mujer de los cuentos de Calleja, relatándole a otro dependiente que estudia encuadernación y que es preciosa la litografía del libro que está sosteniendo. ¿Así quién
se va con la música a otra parte? Pues cualquiera a quien le interese un CD de Carmen, Aida, Nabucco o El barbero de Sevilla por dos
euros, o Dark Lady de Cher en vinilo
por sólo tres. O mismamente coleccionistas de revistas, buscadores de láminas o
mitómanos. “¿Será posible que no te atrevas a declararme tu cariño?”, leo de
pronto en una postal imprimida en Alemania que se vende junto a otras con imágenes
de playas españolas. Comienzo a sacar las de igual tamaño y veo que están
firmadas por la misma persona. Se trata de misivas sobre cartón que un señor enviaba
a su amada durante 1912 y 1913, con frases como “no veas en estas postales un
acto de humillación” o “son tantas y en extremo agradables las impresiones que
recibo de ti, que hacen que no pueda ni un momento sustraerme de ti. Me acuerdo intensamente de ti”. Las doce, a
tres euros, con anécdotas de entonces que ya les gustaría a muchos conocer
sobre sus ancestros. Inevitable serle infiel a mi plateadita. Pero ahí va el
ramo que le regalo: una revista de Mundo
Gráfico de 1922 por treinta céntimos, dos suplementos de El Socialista de 1932, también a treinta
céntimos la unidad, y un ejemplar El
Clarín. Semanario Taurino defensor de
la verdad de 1930, a diez céntimos. Total: una peseta. Lástima que no pueda
pagar con ella. “¿Has visto todo lo que valía?”, me reprocha. Javier de Matrice.
domingo, 21 de abril de 2013
ECOGRAFÍA DEL CUBO
Aún me acuerdo de cuando eran negros y
cilíndricos, hechos de goma dura. No tan esquineros como los de ahora, sino más
al alcance de la vecina con sobrepeso de papo. De aquellas que jugaban al
lanzamiento de bolsas sin importarles el susto de los viandantes ni los
horarios de recogida. Canastas con críticas bien merecidas por parte de los
comités marujiles y época de bonanza
para gatos, siempre hurgando entre montones de desechos para dar caza a una
tapa de yogur o a vísceras de pescadilla. Distintas formas y también diferente
fondo el de los cubos, aleccionado afortunadamente por la sostenibilidad del environment y la lógica del ahorro.
Según datos de Ecoembes, la tasa de reciclado de envases domésticos en nuestro
país sigue creciendo, habiendo logrado el pasado año un apunte del 70%. Reseña
sin duda alguna positiva si tenemos en cuenta que lo soterrado a día de hoy no
son sólo estos monstruos bandeados por colores, sino el consumo en sí mismo.
Esta vez descalabrado por una bolsa que no es la de la papona de turno. Pero
aún le queda mucha carrera a la praxis clasificatoria y recicladora de los
amos/as de casa y consumidores en calle. Nada más y nada menos que un 23% de
los desechos introducidos en los contenedores amarillos de nuestro país se
deposita en éstos indebidamente. Media que pone de manifiesto mucho oído pachorro
o un daltonismo con embalaje de tendencia. Por no hablar de que –según cifras
de la iniciativa Retorna- en nuestro país sólo tres de cada diez envases de
bebidas de un único uso irían a parar a los contenedores de reciclaje. Lamentable.
Bailo el agua en este sentido a los que abogan por poner precio al envase
desechable de cualquier refrigerio. ¿Cómo? Pagando cuando lo adquirimos equis cantidad
de céntimos a modo de depósito, importe que se nos reembolsará posteriormente
cuando lo devolvamos vacío. Así lo promueve Retorna dentro de su propósito de
Residuo Cero. Práctica prima hermana de los casquetes degüelva de antaño que se ha implantado con éxito en países como Noruega,
Dinamarca o Alemania, llegando a alcanzarse en tierras germanas un porcentaje
de retorno del 98,5%. “Porque las conductas, como las enfermedades, se contagian
de unos a otros”, sentenció Francis Bacon en su momento. ¡Y un sifón!, le digo
yo al filósofo. Me temo que en este sentido estamos irresponsablemente muy bien
vacunados contra el virus del saber hacer. Para variar. Javier de Matrice.
domingo, 14 de abril de 2013
LA VERGÜENZA Y EL ACTOR
Aún no había yo comenzado a estudiar interpretación. Era
alumno de un curso de introducción al cine y el primer día que escuché la
palabra me pitaron los cuatro oídos. Los dos de script y los otros dos que
tenía como futuro actor. “Monigotes”. Así llamaba mi profesor a los miembros
del elenco artístico. La carga peyorativa hubiera reventado cualquier pesa de
mercado si hubiera podido aprehenderla cualquier charcutero sin ventas. ¿Qué
chicharrón se le había atragantado? Con el tiempo me he dado cuenta de que su
tono al referirse a nuestro oficio era igual que el del feriante que nos metía
la chochona hasta por el ojal de la
chaqueta. Y he llegado a empatizar un poco con su rechazo tras comprobar que en
las rifas de protagonismo hay mucho autodefinido que canta bingo. ¿Juego? De
acuerdo. El cartón me lo brinda un excelente actor: Pedro Casablanc. El pasado
7 de abril El País publicaba una
entrevista al actor de la serie Isabel en la que éste sostenía que la timidez es una
de las condiciones “sine qua non” del
intérprete, revelando que él es “patológicamente tímido”. De acuerdo. Me lo
creo porque no lo conozco. ¿Pero cuántos habrá que dicen serlo y que lo único
que tienen amedrentado es el conocimiento del hartazgo del que lo escucha? La
mayoría lo confunde con vergüenza, aunque antes de ser actores probablemente
alguno sí lo haya sido. Tímido era yo de pequeño cuando más parado que un
español era incapaz de presentarme al concurso de villancicos de mi barrio,
llegando a olvidarme de la letra la primera vez que lo hice. Fatiga -como
dirían los granadinos- sentí cuando de adolescente pedí un Martini con limón en
un pub y la camarera me preguntó si lo quería con Fanta, a lo que yo respondí
que no. Que lo quería con limón -pensaba que la Fanta era sólo de naranja-. O
cuando hace un par de semanas hice un casting para un anuncio y me puse tan
rojo como el pelo de las hermanas coloradas de Pavón al... Reconstruyo. Llego a
la sala de casting. Actores sentados en sillas esperando su turno. Recepcionista
justo al entrar que me solicita mis medidas. Se las facilito y me pregunta:
“¿disponibilidad del 8 al 10?”. Segundo de silencio. “A día de hoy, 10”,
respondo. Cara de sorpresa de la empleada. “¿Disponibilidad del 8 al 10?”,
vuelve a preguntarme. “Venga, ponga un 10”, dije. Sonrisa de ella sin apuntar
nada. “Perdone, pero no entiendo qué me está preguntando“, manifesté al ver que
no le bastaba con mi respuesta.” Te pregunto que si tienes disponibles los días
del 8 al 10”, dijo enseguida. Mi rostro, grana. Risa de la recepcionista. No me
lo podía creer. Pensaba que era una encuesta de valoración y así se lo hice
saber. Con mi alelamiento le alegré el día. Vergüenza a kilos. La misma que sentiría
si tuviera que hacer de plato en un body
sushi. O la que me hubiera dado en caso de haber mostrado mis vergüenzas en
la visita guiada nudista que se celebró hace unas semanas fuera del horario habitual de apertura en el Leopold Museum
de Viena para ver la exposición Hombres
desnudos. “Temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo”, así define “tímido,
da” la RAE . ¿No es esto algo más cavado? De lo relativamente constante a lo
esporádico, por muy frecuente que sea, siempre habrá un trecho. Hablemos con
propiedad. ¿A cuántos policías han oído llamarse a sí mismo cobardes? Javier de Matrice.
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SOBRE MÍ

EN TERCERA
Javier G. Cobo, nombre real de Javier de Matrice, nació en Madrid en 1982. Periodista digital y Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid (2000-2005), ha sido becario de realización en Telemadrid y ha trabajado como redactor/presentador en Localia Fuenlabrada Televisión (2006). Su experiencia en radio pasa por la redacción/locución de los Servicios Informativos de Radio Complutense -107,5 FM- (2000-2004) y por la realización de crónicas y cuñas puntuales para Cadena Ser Madrid Sur. Es también diplomado en Arte Dramático por Metrópolis c.e. , y ha sido dirigido en teatro por Tina Sainz (preproducción de Nuestra Ciudad, 2004), Pilar Vicente (La tienda de los horrores, 2009), P. Moraelche (Bésame, tonto, 2010), Javier Delgado (El enfermo imaginario, 2011), Patricia Chávarri (El Rey Sol, 2012) y Alfonso Gómez (¡Usted es Ortiz!, 2013). Es asimismo autor de Los calostros de la Gachosa (teatro breve). En televisión ha colaborado como actor en programas como Cyberclub, La Nuestra o Sucedió en Madrid (Telemadrid, 2005). Actuaciones en cine [cortometrajes]: Así fue (Julia Gangutia, 2013), Ni siquiera Descartes (Trinidad Sánchez y Daniel Lavín González, 2013), Nada sin mí (Rodrigo Delgado y Jorge Escudero, 2013) y Extraterrestres generosos (Trinidad Sánchez, 2013). Actuaciones en web series: Sayón (The Executioner), dirigida por George Karja (2013-2014).
Contacto: javierdematrice@gmail.com