Como el cobre primero,
rojo toro después.
¡Oh, sí, velero, así pena mi piel,
de cimas flotantes por gestos,
en lirios envuelta por besos,
al despedirme tal vez!
Llévame al mar de la esperanza.
Encadéname al rocío de su aliento.
Ver quiero lágrimas mías sobre su
aceite,
para en verde quemar su pecho.
Partan olas de alegría.
Partan brisas de placer.
Siembren cantos en campos;
¡que suenen flores en él!
Rosa afinada seré en sus manos,
malvas en sol sobre su olfato,
profundo aroma a flor de menta,
que en breve calmará sus... (Los calostros de la Gachosa, Javier de Matrice)